Ya terminó la,Pascua… si es que la Pascua puede terminar. Y lo hacemos con esta memoria de Santa María Madre de la Iglesia. ¡ Qué mejor,que empezar el tiempo ordinario de la mano de nuestra Madre, estamos en casa, en la Iglesia!

Tengo que scribe desde una tablet vieja que tengo en casa, que mi espalda sigue esperando una pequeña operación y la silla del despacho es una pequeña tortura. No sé en qué idioma está este editor de textos pero no hace más que subrayarme cada palabra en rojo y me llena el texto de comas…, es una sensación de estar continuamente equivocándose. 

Si la cruz acabase con un potente grito, sin ninguna palabra más antes, miraría con desconfianza mi vida y la de los otros. 

Sí, luego vendría la resurrección y el don del Espíritu Santo…, ¡pero qué mal lo hacemos! No reconocimos a Jesucristo y dejamos clavarlo en la cruz. Si en la Cruz sólo hubiera silencio tendríamos serios motivos para pensar que Dios no puede confiar en nosotros. Y yo veo mi pecado y el pecado que me rodea. Si Dios no puede confiar en nosotros ¿cómo voy a confiar en mi o en los que me rodean?

“Hijo, ahí tienes a tu madre”. Cuando a Jesús humanamente ya no le queda nada, solo unos instantes de vida que se le escapa en cada respiración confía a Juan, a la Iglesia, su único tesoro, a su madre. Jesús sigue confiando en nosotros. Sabe que pecamos, que nos equivocamos, que somos muy débiles, pero nos confía a su madre. Es el primer paso para luego confiarnos, en nuestras manos santas y pecadoras, su propio Cuerpo en la Eucaristía.

Que María nos reciba, y acoger a María, convierte a la Iglesia en nuestra casa. Llena de defectos, pero con la llena de Gracia. 

Podemos, debemos, llevar a todos a la Iglesia. No porque seamos los mejores, ni los más simpáticos, ni los más listos…, sino porque con María esta llega a ser la casa De Dios con los hombres que sale en ayuda de nuestra debilidad.

Unidos a María para estar con Jesús. No vivimos en una pensión, es nuestra casa que prepara la definitiva del cielo. Mes de mayo, el Rosario de la mano de María y de Jesús descubro que puedo confiar en la acción de la Gracia De Dios en mis hermanos, tan débiles como yo.