Está muy de moda el voluntariado. Que jóvenes, y no tan jóvenes, dediquen su tiempo a los demás o a hacer obras buenas motiva a la gente. En un mundo con tantos egoísmos e intereses sin duda es algo interesante. Aunque a veces magnificamos las cosas y como tendemos a globalizar cuando alguien nos dice que va a hacer un voluntariado enseguida pensamos en dar de comer al hambriento, beber al sediento, vestir al desnudo… (Sí, son las obras de misericordia, esas que ya no se aprenden en catequesis). Pero no siempre es así, existen voluntariados que son muy voluntarios pero que no podemos considerar obras buenas, por ejemplo, irse a África a promover la salud reproductiva, es decir, promover el aborto y la anticoncepción. Seguro que quienes que va son buenísimos y piensan que están haciendo algo maravilloso…, pero no es lo bueno. «No se lo impidáis, porque quien hace un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro».

Jesús no habla de hacer cosas que consideramos buenas, sino de hacer milagros, expulsar demonios…, es decir, hacer las obras de Dios. Tristemente ya casino se estudia la moral y si se estudia se hace la pregunta ¿es bueno…? Y de lo que quería huir la moral hace unos años, de la casuística (es decir de cada caso concreto), se ha caído en sus brazos y ya cada uno vive como quiere si cree que es bueno para él. Así se introdujo el aborto en España hace muchos años: ¿Y la niña que es menor de edad, pobre, con sus padres divorciados, intelectualmente justita y con depresión constante que se ha quedado embarazada por un maleante en una violación…, no es bueno que aborte?  Y de ese extraño caso pasa a ser un derecho universal. Las cosas buenas a veces son muy malas. O si en mi parroquia me ofreciesen dar unas clases de yoga, estupendo para las articulaciones y el equilibrio, y no me planteo qué estamos haciendo en una parroquia promoviendo una filosofía atea y animista pues se haría verdad el refrán que por la bondad entra la peste.

Hagamos las cosas de Dios, dejemos que Dios haga milagros. Ninguno tenemos el monopolio de las acciones de Dios, pero sabemos que Dios quiere que todos se conviertan y lleguen al conocimiento de la verdad. “El que sabe cómo hacer el bien y no lo hace, ese está en pecado”. Nos otros sabemos hablar de Jesucristo, hacer las obras de misericordia, anunciar la salvación con obras y palabras. Pongámonos toda la Iglesia a ello en vez de discutir.

Comenzamos la semana con María Madre de la Iglesia, que ella nos empuje a hacer bien el bien.