Alguna persona me ha preguntado si su perro va a ir al cielo. Yo siempre les digo que sí, que formará parte del paisaje, pero que por qué no se preocupa más de su propia salvación y la de los suyos, a no ser que de por hecho que realmente ya la tiene asegurada y teme no tener allí a su perro.

San Pablo nos dice que la creación fue sometida a frustración, por aquel que la sometió, pero con la esperanza de ser liberada, para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Nosotros gemimos, aguardando la redención. Hemos sido salvados en esperanza (podemos tener cierta seguridad de salvación si no somos muy tontos).

La esperanza es muy pequeña (Peguy decía que era como una niña pequeña), como un grano de mostaza, como una pizca de levadura. Que la esperanza sea pequeña no quiere decir que nuestras esperanzas tengan que ser pequeñas, como que mi perro va a ir al cielo. La esperanza tiene que ser en algo grande. El Cielo es para nosotros, el perro solo será parte del paisaje, pero el que lo llenará todo no será el perro. El que llenará todo es más grande que cualquier cosa que pueda uno desear. El Reino de los cielos empieza con una pequeña esperanza, no una esperanza pequeña.