“Si tu hermano peca contra ti, repréndelo estando los dos a solas”. Las consecuencias de corregir al hermano son muy serias: “Si te hace caso, has salvado a tu hermano”. En ocasiones nos costará, unas veces porque no queremos ser molestos o no “complicarnos la vida”, pero es un deber de caridad. Y la La omisión de la corrección puede hacerme cómplice y corresponsable del mal de mi hermano. San Agustín en el Comentario al Evangelio de San Juan se preguntaba: “¿Acaso no debemos reprender y corregir al hermano, para que no vaya hacia la muerte? Suele a veces ocurrir que, en un primer momento, se contrista, se resiste y protesta, dolido por la corrección; después, sin embargo, – en el silencio de Dios, sin temor del juicio de los hombres, puede que llegue a considerar por qué ha sido corregido, y empiece a temer ofender a Dios si no se corrige, y considere la necesidad de no volver a hacer aquello por lo que ha sido corregido justamente. Así, cuando crece su odio hacia el pecado cometido, crece más su amor al hermano, que es enemigo de su pecado”. Espera el Señor que superemos toda resistencia a corregir. San Pablo tras hacerlo seriamente por escrito a los corintios, les vuelve a escribir reconociendo que, aunque los entristeció con su carta, no le pesa porque la pena producida les movió a penitencia, pues se entristecieron “según Dios”, lo que “produce un arrepentimiento saludable, del que uno jamás se arrepiente” (cf. 2 Co 7, 8-12). Nos muestra San Pablo en esta carta una invitación cómo hemos de recibir la corrección con una tristeza según Dios. No desdeñemos las reprensiones del Señor a través de nuestros hermanos. La reprensión, que hace mejorar a los humildes, suele parecer intolerable a los soberbios.

A continuación, nos da una serie de normas prudenciales para realizar la corrección fraterna, que deberá estar siempre movida por el amor “no con deseos de hacer daño, sino con la intención de lograr su enmienda. Si así lo hacemos, cumpliremos muy bien el precepto… ¿Por qué le corriges? ¿Porque te apena haber sido ofendido por él? No lo quiera Dios. Si lo haces por amor propio, nada haces. Si es el amor lo que te mueve, obras excelentemente” (San Agustín, “Sermón 82”). Hacerlo a solas y con cariño, sin olvidar que es un encargo de Dios. No podemos desentendernos de ello. Cuando no hacemos corrección fraterna acabamos murmurando y creando un ambiente de desconfianza. Es una gran responsabilidad y Dios nos pedirá cuentas de nuestros hermanos. “Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigo”. Esto nos ayudará a no fiarnos de nuestro criterio.

María, Madre nuestra nos ayude a mirarnos con sus ojos y ayudarnos con la corrección y con la oración de unos por otros.