SÁBADO 20 DE ABRIL DE 2024, DE LA III SEMANA DE PASCUA (ciclo B), TU TIENES PALABRAS DE VITA ETERNA

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 60-69

En aquel tiempo, muchos de los discípulos de Jesús dijeron:
«Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?».

Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo:
«¿Esto os escandaliza?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y, con todo, hay algunos de entre vosotros que no creen».

Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar.

Y dijo:
«Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede».

Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.

Entonces Jesús les dijo a los Doce:
«¿También vosotros queréis marcharos?».

Simón Pedro le contestó:
«Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios».

TU TIENES PALABRAS DE VITA ETERNA

El Cardenal vietnamita Francisco-Xabier Van Thuan, que pasó 15 años en una celda de dos metros cuadrados, sobrevivió porque no le faltó ninguna de estas cuatro presencias de Jesús resucitado: Jesús-Palabra, Jesús en el hermano, Jesús en medio de los que se reúnen en su nombre, y Jesús-eucaristía.

Se dio cuenta desde el primer día que Jesús le pedía dejar de hacer cosas por él para estar con él. Recordaba continuamente frases de la Escritura, para que Jesús-Palabra lo confortase.

Sabía que la comunidad de los cristianos vietnamitas estaba rezando por él, por lo que, aunque de modo invisible, experimentaba la presencia de Jesús-en-medio de los suyos.

Amaba a sus carceleros (los convertía a la fe cristiana con su testimonio), por lo que tenía la oportunidad de ver a Jesús-en-el-otro.

Y por último, lo que le hacía más feliz, conseguía de sus carceleros una miga de pan y una gota de vino que depositaban en la palma de sus manos. Y con las manos en actitud de alabanza, celebraba la eucaristía. Y la comunión con Jesús-Eucaristía le daba una fortaleza invencible, porque cada tarde, cuando por la puesta del sol, que entraba a través de una pequeñísima ventana, se oscurecía su celda, como los discípulos de Emaús, tenía la oportunidad de decirle a Jesús: “Quédate conmigo, Señor, que atardece, y el día se hecha encima”.

Muchos años después, cuando San Juan Pablo II lo nombró presidente del Consejo Pontificio de Justicia y Paz, en una meditación con universitarios les propuso esta oración:

Ven, Señor Jesús:

ven a nuestros corazones,

visita nuestras mentes,

habita en nuestras universidades,

para que nuestro “hoy” sea el Tuyo

y nuestra vida un signo humilde y fiel de Ti entre los hombres.

Haz que por la gracia del encuentro contigo,

confirmado por el encuentro con el Sucesor de Pedro,

nuestro tiempo se vuelva el tiempo calificado

en el que se cumplan para todos,

especialmente para los más pobres y pequeños de la historia,

las maravillas de liberación y de salvación

del año de misericordia del Señor.

Nos ayude la intercesión de la Virgen Madre

para que con las palabras y la vida

podamos cantar como ella el Magnificat,

el canto de gozo de los pobres

que reconocen y celebran

la realización de las promesas de Aquel, que es el Todopoderoso

y hace maravillas en la humildad de Su esclava.

Amen. Aleluya.