Génesis 37. 3-4.12-13a. 17b-28; Sal 104, 16-17. 18-19. 20-21; san Mateo 21, 33-43. 45-46
Cuando me voy a sentar a escribir este comentario me llama mi madre para pedirme que vaya al hospital a dar el sacramento de la unción de enfermos a uno de mis tíos, así que hoy seré más breve. Mi tío tiene alzheimer. Ha sido catedrático de universidad, pero apenas se acuerda de cómo se come. Ha vuelto a ser como un niño pequeño, por supuesto no se acordará de mí, ya que muchas veces no recuerda ni quién es su mujer. Es una enfermedad curiosa esta de ir perdiendo la memoria de quién eres, y olvidando todo lo que has aprendido en la vida.
“¿Qué sacaremos con matar a nuestro hermano y con tapar su sangre? Vamos a venderlo a los ismaelitas y no pondremos nuestras manos en él, que al fin es hermano nuestro y carne nuestra..” Parece que los celos, a los hermanos de José, les hace sufrir de alzheimer momentáneo. “Es nuestro hermano,” y lo venden como esclavo. Parece que se han olvidado del significado de la palabra hermano, de la tristeza que sufrirá su padre Jacob, de la vida que han vivido juntos. Sólo recuerdan los celos y la envidia que les corroe y no dudan en vender a su propio hermano como esclavo. De esa mala acción el Señor seguirá salvando a la familia de Jacob en el futuro. El Señor nos devuelve la memoria, pero no para ser rencoroso, sino para recordar quiénes somos.
“Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia.» También es curioso el razonamiento de los empleados de la viña que nos cuenta la parábola. Piensan que el dueño de la viña les va a estar tan agradecido de matar a su hijo que les va a dejar en herencia la viña y encima les invitará a comer un cocido. Parece que, como los hermanos de José, tienen también cierto alzheimer momentáneo sobre lo que significa “hijo” y la relación que suelen tener con sus padres.
Muchos olvidos. Pero no menos que los olvidos que sufrimos tú y yo a lo largo del día. Nos olvidamos de que hemos sido “comprados a gran precio,” que Dios es nuestro padre, que gozamos de la misericordia de Dios y somos portadores del amor de Dios a la humanidad entera. Malo es que los empleados se olviden de la relación que suelen tener los hijos con los padres, pero peor es que los hijos nos olvidemos de quién es nuestro padre.
A pesar de nuestros olvidos, cada día el Señor nos recuerda que es nuestro padre. En la Misa de hoy volvemos a hacer presente el misterio del calvario y se hace actual y presente el amor que Dios nos tiene. En ese ratito de oración que arrancas a las ocupaciones de la jornada vuelves a recordar que eres hijo de Dios. En esa jaculatoria que musitas en unos segundos, vuelves a recordar tus apellidos.
El alzheimer para los médicos tiene mala solución. Para nuestros olvidos Dios está continuamente recordándonos quiénes somos, no deja que perdamos la memoria. Nuestra Madre la Virgen nunca se olvidó de quién era y jamás olvida que somos sus hijos. Agarrémonos de su mano y nos perderemos.