Me dicen que José Ángel quiere saber dónde está mi parroquia. Esto de la curiosidad es malísimo (es broma). La verdad es que trasteando por la red no es difícil acabar encontrándome, pero cuando algunos han querido encontrarme tras leer los comentarios siempre les contesto lo mismo. “¿Qué más da quién sea yo?”. Lo importante es lo que el Espíritu Santo hace en cada uno de vosotros. Y lo hace en Vallecas, en Toledo, en Argentina,… en tantas partes del mundo que es una maravilla. Luego cada uno allí en su sitio tendrá que poner en juego los dones que Dios le va dando. Yo soy solo un instrumento torpe, bajito, calvo y en ocasiones con mala leche; si Dios quiere servirse de mi en algo que lo haga. Por cierto, mi pierna va bastante bien, se hincha mucho menos y como ahora estoy solo en la parroquia no la dejo descansar demasiado. Gracias por preguntar.
“El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran”. ¿Cuál es el pez bueno? El que se parece a Cristo. En eso consiste nuestra vida, en irnos identificándonos con Cristo. Dejar que el Espíritu Santo nos vaya moldeando: “Mirad: como está el barro en manos del alfarero, así estáis vosotros en mi mano, casa de Israel”. Y el modelo es Cristo. No es ni este sacerdote, no este Obispo, ni esta religiosa, ni aquel personaje: Sólo Cristo. Los demás podemos ser ayuda o impedimento para acercar a los otros a Cristo, pero incluso de los renglones torcidos se sirve Dios para escribir derecho.
Ser barro es muy fácil y es muy difícil. Es fácil porque simplemente consiste en dejarse hacer, que Dios vaya guiando nuestra vida por donde quiera y sepamos responder con generosidad a los hábiles dedos del Señor. Y es difícil porque nos da por querer ser alfareros. Una vez estuve con unos alfareros. Con un poco de barro en un momento hicieron una hucha. Parecía facilísimo. Me puse junto a la rueda, me mojé las manos, tomé algo de barro y salía cualquier cosa cuyo parecido con una hucha era pura coincidencia. Podía haberme defendido diciendo que era una hucha de nuevo estilo, moderna, con personalidad propia y con un sentido conceptual de la existencia. Pero lo cierto es que ni la hucha se mantenía de pie ni tenía la raja para poder echar las monedas: era un amasijo informe. Eso es lo que hacemos los que no sabemos cuando nos metemos a alfareros. Cuando Jesús se convierte en una ideología, en una simple moral o en un referente sin más, al que queremos actualizar, modernizar y manejar…, pero al que no dejamos actuar porque lo consideramos muerto. ¡No! Jesús sigue moldeando por medio del Espíritu Santo a los suyos y su Iglesia. Si le dejamos habrá cada vez más peces buenos, si no habrá más peces malos.
Así que nuestros ratos de oración nos van identificando con Cristo y nos irán ayudando a que otros, al encontrarse con nosotros, se encuentren con Él.
Madre nuestra del cielo, imagen perfecta de tu Hijo, que encontrándonos contigo nos encontremos con Él. Y bendice a José Ángel y a todos los que hoy lean este comentario.