Hoy celebramos la fiesta del Apóstol san Bartolomé y en el Evangelio leemos el relato de su encuentro con Jesús. Guarda un cierto paralelismo con el de Juan y Andrés. Allí fue el Señor quien les dijo “venid y veréis” y hoy es Felipe el que invita a Natanael para que realice esa experiencia.

De alguna manera se nos muestra el método de evangelización. Hay un anuncio, que vemos en las palabras que Felipe dirige a su conciudadano Natanael: “Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret”. Este anuncio forma parte esencial de la evangelización puesto que se trata de dar a conocer a Jesucristo, el único que puede salvar a los hombres. Ante este anuncio muchas veces se nos plantean objeciones. Hoy las vemos todas resumidas en la respuesta de Natanael: “¿De Nazaret puede salir algo bueno?”.

Esta respuesta no debe interpretarse como un exabrupto. Jesús, más adelante, elogiará a Natanael: “Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño”. La objeción de Natanael se basa en el hecho de que, en todo el Antiguo Testamento, no se menciona para nada Nazaret. Era pues una ciudad sin importancia y, por otra parte, el Mesías se esperaba que fuera de Belén, la ciudad de David, o de Jerusalén. Pero Natanael es un verdadero israelita porque está abierto a que pueda suceder algo que él no espera y que, por otra parte, no contradice la fe que ha recibido. Por eso sigue a su amigo Felipe y va al encuentro con Cristo.

Dice Benedicto XVI: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”. Por eso la evangelización siempre culmina llevando a las personas a Jesucristo. No basta con darles un gran armazón teológico o una buena síntesis de cómo hay que vivir. Sin el encuentro con la persona de Jesús todo se desvanece y la fe se vuelve abstracta.

Cuando Natanael se encuentra con Jesús se produce una doble iluminación en su vida. Por una parte se reconoce en Jesús y en todo lo que dice de él. También nosotros nos descubrimos en Jesucristo ya que en Él, como señala el Vaticano II, se encuentra el misterio del hombre y en Él se ilumina. Por otra parte Natanael, al encontrarse con el Señor hace una profunda confesión de fe: “Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel”.

Del amplio contenido de esta frase me quedo con la palabra “Rabí”. Natanael, al llamar Maestro a Jesús, reconoce que todas sus ideas y sus pensamientos, han de someterse al nuevo Maestro que ha encontrado. Sin Jesús y una relación vital con Él, que se da en la Iglesia, podemos desfigurar totalmente su persona y su mensaje.