En las lecturas de hoy se nos hablan de la libertad. Leemos en el libro del Éxodo la narración de la salida de Egipto. Sabemos que Israel quedó libre de la opresión que sufría por una intervención especial de Dios, quien acudió en socorro de su pueblo. Por delante tenían los israelitas un largo camino en el que iba a ser probada su fidelidad. Dios, sin cuya ayuda no habría sido posible salir de la esclavitud, quiere también que su pueblo conozca el valor de la libertad y lo viva. Será la dura travesía del desierto. Sin embargo en la conciencia de los descendientes quedará siempre el recuerdo de que en el origen de su libertad está el favor del Señor.
En la historia sagrada podemos reconocer, en figura, lo que Dios hace con nosotros. Por el bautismo hemos sido desatados del pecado. En el bautismo hemos sido marcados por el Señor. Es lo que se significa con la palabra “carácter”. El bautismo ha hecho de nosotros creaturas nuevas. Podemos vivir con la libertad que nos concede el ser hijos adoptivos de Dios. Pero el bautismo no anula nuestra libertad, sino que la potencia. Ante nosotros se abre un horizonte, que es el de la vida eterna. Hemos de elegirla y caminar hacia ella. Aunque siempre contamos con la ayuda del Señor, que nunca abandona a sus hijos, los pasos hemos de darlos nosotros. El salmo nos invita a mirar esa historia como signo de la misericordia de Dios. Como Israel también nosotros podemos decir “nos libró de nuestros opresores: porque es eterna su misericordia”.
En el evangelio, de nuevo, nos encontramos con el tema de la libertad. Empieza el texto diciendo que “en aquel tiempo, los fariseos planearon el modo de acabr con Jesús”. Ellos también toman una decisión, en el tiempo, que quiere, aunque sea inconscientemente, oponerse al designio eterno de Dios. Fente a Jesús, que ha venido al mundo para que el hombre viva, aquellos hombres eligen su muerte. Pero el plan de Dios es más fuerte. De ahí que los acontecimientos ya hayan sido previstos, como muestra la cita del profeta Isaías. Dios no quita la libertad de los hombres, pero su amor que es más fuerte, hará que el proyecto destructor de los hombres sea ocasión de la redención. Así Jesús morirá por nuestros pecados y resucitando nos dará vida nueva.
Al meditar estos textos no podemos dejar de pensar en la importancia de nuestra libertad. La vida no es un juego, sino un regalo que Dios nos ha hecho. En este regalo va incluida nuestra libertad. Entristece ver como tantas personas renuncian a ella. Lo que puede esclavizarnos es de muy diversa índole: adicciones, pereza, sensualidad, dinero, poder, injusticias… Es una situación que aparece reflejada en la experiencia vivida por Israel en Egipto. Porque toda esa falta de libertad supone para nosotros una opresión que vivimos al ver que nuestro corazón queda atado y no es capaz de vivir según el amor que desea.
Elevemos nuestra mirada a Dios y contemplemos su amor. Este se nos ha mostrado en Jesús. Vemos en Él una libertad para amar infinita. Y con ella se ha acercado a nosotros y nos ofrece su corazón de carne. A él hemos de acudir para quedar sanados y experimentar la verdadera libertad de hijos de Dios.
Que la Virgen María, que respondió con plena libertad al anuncio del ángel y puso toda su vida al servicio del plan de salvación de Dios interceda por nosotros.