Miqueas 5, 1-4a
Sal 12, 6ab. 6cd
san Mateo 1, 18-23
“ El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.” Hoy es la natividad de la Santísima Virgen. ¡Felicidades Madre!. Este es un claro ejemplo de que las proporciones de Dios no son las nuestras. María y José no eran gente famosa, nunca habrían aparecido en el “Jerusalem Post” de la época y nadie les conocería fuera de su pueblo. Pero es ahí, en la humildad de esa familia donde Dios quiere encarnarse. Ya podría Dios haber nacido en Bilbao, ser cuñado de Nefertiti o primo hermano de Cesar, D. Julio. Pero no. Elige lo pequeño, lo que no cuenta, lo humilde, para humillar a los sabios y poderosos. Dios suele elegir lo pequeño para hacer las cosas más grandes. Escoge a María y ella, responde generosamente su sí. Se guarda en su corazón lo que se va gestando en sus entrañas, en silencio, en humildad. Ya será tiempo de crecer.
Si podemos llamar a María Madre nuestra, podemos aprender de ella. Muchas veces esperamos que Dios haga cosas grandes, y no nos damos cuenta de las grandes cosas que hace en lo pequeño. Ahora que en España van a cambiar (a peor, si cabe), la ley del aborto podríamos pensar que Dios debería enviar un rayo divino sobre el Ministerio de la Igualdad (ese que se distingue de todos los demás), y, esperando el rayo, no miraremos el milagro de cada vida que nazca a pesar de las dificultades, en el sacrificio de tantos padres por sus hijos, en la labor callada de tantos que apoyan la vida llenando el mundo de vida. Habrá que protestar por las leyes injustas, sin duda, pero también habrá que hacer un gran movimiento de enamorarse de la vida, que sea valorada y los hijos no sean una “opción” sino un don. Y en cada pequeña criatura se muestra la grandeza de Dios.
Un día como hoy, hace unos cuantos siglos, Joaquín y Ana contemplarían a una pequeña mujer, sin sospechar siquiera que estaban mirando a la Mujer, la que pisotearía con su talón la cabeza de la serpiente y con su obediencia restauraría la desobediencia de Eva. Una simple personita, pero que en manos de Dios se convierte en la nueva madre de toda la humanidad redimida en Cristo. ¿Podía haber hecho Dios cosas más grandes? Creo que no, aunque lo hiciera en tan poco espacio. Por eso hoy es un día para apreciar lo pequeño.
Hagámosle un regalo a María, ser fiel en lo pequeño de hoy para que Dios siga haciendo cosas grandes.