Ezequiel 18, 25-28

Sal 24, 4bc-5. 6-7. 8-9 

san Pablo a los Filipenses 2, 1-11

san Mateo 21, 28-32

Después de dos mil años, los cristianos parecemos vacunados contra el Evangelio.

Pero si pudiéramos recuperar la frescura de quien lo escucha por vez primera sin la compañía terapéutica de un intérprete que lo vuelva inofensivo para los oídos burgueses, el desconcierto nos llevaría a recapacitar. No lo escribo a la ligera; el verbo “recapacitar” aparece dos veces en el evangelio de hoy.

En torno a la Ley se había creado una casta de observantes que instruían al pueblo para que el Mesías lo encontrase fiel. Pero cuando el Mesías apareció, ellos mismos lo asesinaron. Es grotesco… Más lo es aún si reparamos en la corte de honor que el Mesías se llevó al Cielo: un ladrón que nada sabe de leyes y se las ha saltado todas, prostitutas y publicanos… ¿Qué había sucedido?

“Él le contestó: «No quiero». Pero después recapacitó y fue”. Los hombres sin doblez saben lo que es poner la vida en juego al decir “sí” o “no”. Cuando se dice “sí”, es “sí”, y cuando se dice “no” uno se da la vuelta y se marcha. El “sí, pero…” es de cobardes. Los publicanos y las prostitutas habían dicho “no”, y se habían apartado completamente de Dios. Pero cuando el Señor les salió al encuentro, lo reconocieron porque era como ellos: un Hombre de “todo o nada”. Y le dijeron “sí” con la misma fuerza con que antes habían dicho “no”: empeñaron la vida, y la perdieron del todo para del todo ganarla. ¡Bravo!

“Él le contestó: «Voy, señor». Pero no fue”. Los fariseos habían encontrado una “tercera vía”: el “sí” auténtico les aterraba tanto como a las prostitutas. Pero ese “no” que dejaba al hombre desnudo ante sus culpas les horrorizaba aún más, porque eran unos puritanos. Inventaron un “no” que se pronuncia “sí”, una ponzoña embadurnada con perfume… Al mirarse al espejo, querían parecer guapos. La comparación con las prostitutas debió enfurecerlos hasta la cólera… Lo escribo con dolor, porque esa “tercera vía” es hoy una autopista concurrida hasta el embotellamiento. El fariseo sacrílego del siglo XXI ha logrado hacer compatible la misa con la anticoncepción, con el divorcio, con el olvido del sacramento del Perdón, con la voluptuosidad y con el lujo más insultante. Acude a comulgar aunque no haya confesado desde hace años (”¡Yo me confieso con Dios!”-dice-), o aunque haya estado haciendo lo posible y lo “imposible” por no tener más hijos (”¡La Iglesia está muy atrasada!” -se excusa-). La tarea de formar su fe no le preocupa, aunque estudia informática como un loco. Quiere que sus hijos hagan la Comunión, pero si esos hijos le piden ir a misa un martes les dirá que no sean fanáticos… ¿Para qué seguir? Esa autopista de fariseos del siglo XXI conduce al Infierno pasando por la sacristía. Ha esquivado la Cruz, y se despeña.

Volvamos al “sí”, al “fiat” de la Virgen, al consentimiento amoroso que conlleva poner la vida en juego y perderla para ganarla. Ese “fiat” que hoy pido para nosotros se describe, en español, con dos palabras: obediencia rendida.