Mientras escribo estas líneas se están bautizando en la parroquia dos hermanos, uno de ellos hará la primera Comunión en mayo. Dentro de una semana se bautizarán dos adultos y se confirmarán unos cincuenta jóvenes y chavales. Un señor de casi cincuenta años hará su primera comunión y una joven ortodoxa entrará en la Iglesia Católica. Los sacramentos de iniciación cristiana siempre son una alegría y una pequeña aventura. En esta parroquia que bautizamos más de 400 niños al año y más de un par de centenas hacen la primera comunión y la confirmación va creciendo año tras año no puedes menos que preguntarte qué será de ellos en el futuro. Tienen ya las “herramientas” para formar su vida cristiana e identificarse con Cristo. Ojalá salgan muchos sacerdotes, religiosos y religiosas, laicos comprometidos con la transformación del mundo, padres y madres de familia generosos y alegres. Mucho futuro que exige mucho presente. Estoy convencido que Dios no deja de llamar, la cosa es que le escuchemos.

“Jesús vio a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: – «Sígueme.» Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.” La respuesta a Dios tiene que ser así, pronta, inmediata, dispuesta. Quien se pone a dar vueltas a la llamada, a pensar si es el mejor momento, si está convenientemente preparado…., seguramente acabe olvidando quién la había llamado. Dios escoge a quien le da la gana, y tiene derecho a hacerlo. Confiamos en lo que se dice en la ordenación sacerdotal: “Él que comenzó en ti esta obra buena, Él mismo la lleve a término.”

¿Y si no me considero preparado? Sinceramente creo que nunca estarás preparado. Es Dios quien prepara en cada momento (eso no quiere decir que no cueste cierto esfuerzo y trabajo), pero es Dios el que cambia los corazones. «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan.»

No hagas planes respecto a lo que Dios quiere de ti. No puedes hacerte sacerdote queriendo ser Deán de la catedral, ni que en tu matrimonio tengas cuatro hijos guapísimos y listísimos, ni pensar hacerte religiosa para levitar metro y medio sobre el suelo o desbancar a la Madre Teresa en tus obras de caridad. Déjale a Dios, allánale el camino y entonces: «Cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia, cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía. El Señor te dará reposo permanente, en el desierto saciará tu hambre, hará fuertes tus huesos, serás un huerto bien regado, un manantial de aguas cuya vena nunca engaña; reconstruirás viejas ruinas, levantarás sobre cimientos de antaño; te llamarán reparador de brechas, restaurador de casas en ruinas». Déjale a Dios que hará maravillas en tu vida, tal vez no lo que tú tenías previsto, pero maravillas.

La cuaresma nos ayuda a afinar el oído, a preparar la voluntad para decir sí, a aferrarnos a la mano de María y decir que con ella seguiremos a Jesús hasta donde quiera llevarnos. Primer sábado de cuaresma, con María en tu vida para Dios no hay nada imposible.