Hay días en los que a uno se le quitan las ganas de seguir leyendo titulares de periódicos, saturados de noticias sobre corrupción, violencia, engaño, fraude y mentira. Si a ello añadimos, además, los bajones del IBEX 35 y la ración diaria de noticias sobre sexo, desnudos, divorcios y jugueteos amorosos de las celebritis, más la sobredosis que nos viene encima sobre encuestas y partidos, con tufillo a ambiente preelectoral, puede que, en poco minutos, un colapso en el hígado o un principio de úlcera estomacal nos termine de amargar el día. Y, al final, parece que llegamos siempre a la misma conclusión: o no sabemos por dónde empezar a arreglar todo esto, o, en realidad, es que no queremos arreglar todo esto.
Con lo sencillo que sería empezar por una cosa, solo una, de las muchas que enumera la primera lectura de hoy: no robaréis, no defraudaréis, no engañaréis, no explotarás a tu prójimo ni lo expropiarás, no pondrás tropiezos al ciego, no daréis sentencias injustas, no serás parcial, no te vengarás, no juzgarás con injusticia, no mentirás, etc… No podemos esperar a que cambien y se conviertan los otros. La conversión a la que nos llama con insistencia la Cuaresma no es la conversión del vecino, ese que me cae tan mal y que siempre me anda criticando por la espalda. San Agustín te diría: cambia tú y cambiará el mundo. Con que los cristianos, todos, comenzáramos a vivir una, solo una, de las recomendaciones que nos da la primera lectura, quién sabe si no empezarían a cambiar los titulares de muchos periódicos. Porque el problema no es tanto que exista el mal, o que exista ese vecino que es tan malo e insoportable; mayor problema es que el cristiano, que debería ser bueno, no lo es, o siéndolo, no hace el bien. No hay nada más muerto e inútil que la sal sosa, porque habiendo perdido todo sabor, no sirve para nada: ni es fecunda ni da sabor.
Mientras sigamos justificando con buenas excusas y santos motivos nuestros pecados de omisión, los titulares de los periódicos seguirán siendo negros de corrupción, verdes de erotismo y rojos en la bolsa. No tenemos tiempo de hacer el bien, porque el dios de nuestra agenda y la religión de mis cosas y de mis propios intereses no es compatible con el monoteísmo del Dios cristiano. Es más, nos llega a parecer normal que podamos estar en Misa el domingo, y el lunes, en la oficina, estemos tratando de buscar y justificar la manera de engañar al cliente, de chismorrear a los compañeros, de criticar al jefe, al obispo o a la autoridad competente, eso sí, guardando las buenas palabras y modales, y siempre bajo apariencia de bien. Mientras sigamos pactando con nuestras omisiones y nuestra doble moral seguiremos contribuyendo al fracaso del hombre y, por lo tanto, de la sociedad, aunque nos vean devotamente sentados en los bancos de la parroquia, escuchando una charla cuaresmal y dándole la paz al de al lado.
“Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis”. Y “cada vez que no lo hicisteis con uno de estos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo”. Cristo nos recuerda esa unidad perdida entre el ser y el hacer, entre lo que somos y lo que hacemos o no hacemos. Que la ambición del éxito inmediato no nos encierre en el callejón sin salida de nuestra propia mentira. La Cuaresma nos invita a la sinceridad de vida, a eliminar las recámaras de nuestras justificaciones, a salir de la costumbre de ese doble rasero, que nos instala en la mediocridad humana y en el sofá de las componendas morales.
El evangelio de hoy nos da fuerte en nuestras conciencias, pues en el se recoge todo aquello que el SEÑOR nos dice en los dos mandamientos importantes que están o debería estar gravados en nuestro corazón «amaras a DIOS sobre todas las cosa y a tu hermano como a ti mismo». Hace poco estaba en misa, me toco pasar el cepillo,había bastantes fieles,observe a todos como estaban mirando al sagrario sumidos en sus pensamientos sus rostros no expresaban nada no había felicidad de lo que estaba sucediendo en ese momento e incluso al depositar en el cepillo era como si faltara amor en lo que estaban dando se sentían orgulloso de cumplir, no tenían conciencia de lo que estaban recibiendo, fui pasando banco por banco hasta llegar a una abuelita cuando la mire me llene de alegría, ternura, de un amor que me provocaba acariciarla, todavía hoy tengo gravada en mi corazón su mirada, sus ojos brillaban como dos luceros su rostro era la misma felicidad y su sonrisa era el amor, la humildad,la gratitud y la caridad toda ella, sus movimientos para sacar unas monedeas de su pobre monedero eran todo con amor y ternura, cuando me fije en toda su figura vi que sus recursos eran muy pocos que mas bien pasaba necesidades pero el Amor con que daba su limosna era enorme allí vi al SEÑOR, todavia hoy me llena de Paz y Amor el recuerdo que esta impreso en mi corazón, ojala los cristianos fuéramos capaces de vivir y ver todo lo que el SEÑOR nos ama y trasmitirlo, seguro que el mundo cambiaría porque en esa anciana vi el reino del DIOS, el evangelio de hoy. SEÑOR toma nuestras conciencias y muéstranos lo que nos separa de TI y de nuestros hermanos, haz de nuestros corazones un solo corazón un mismo latir para el AMOR en DIOS. AMEN
Si Dios está conmigo, la mirada se torna limpia y sencilla. Señor; Ayúdame a entregar tu paz y Verdad a mis hermanos. Amén