futuroEl sentido común y el sentido común sobrenatural muchas veces se aproximan mucho. Me explico. Todos sabemos que el futuro es incierto. Por mucho que programemos nuestra existencia, a nadie se le escapa que una mínima variable puede mojar el papel con el diseño de vida más perfecto. Por eso, cierta sabiduría popular dice “lo que tenga que venir, vendrá”. Una especie de apertura a la imposibilidad de decirle al futuro lo que uno quiere que ocurra.

Hay mucho pensamiento positivo barato que te dice que el ser humano puede diseñar con pelos y señales su propio futuro. Ja! He visto a muchos gurúes que dicen en platós de televisión: “yo soñaba de pequeño aparecer en este programa y lo he conseguido”. No me lo creo. Hay un principio de indeterminación imposible de eludir. Por mucho que estemos viendo en la Eurocopa a la Selección Española haciendo un juego de pura fantasía, nada garantiza el éxito final con todo su glamur de confetis. No nos llueven mensajes desde el futuro, porque el futuro no existe. Por tanto, el sentido común dice que el futuro es escurridizo como las anguilas.

Pero el Señor, en el Evangelio de hoy, nos dice una cosa mucho más consoladora: que nos fiemos de Él. Porque en los momentos de elección, el Maestro sabe por qué camino tirar. Es apasionante leer en uno de los salmos, que Dios no crea los pájaros a granel, como si arrojara semillas al azar sobre un terreno fértil, sino que conoce cada una de las aves. Cada pájaro, el petirrojo, el zorzal… pero no estamos hablando de la especie. Cada zorzal, cada petirrojo es fruto de un diseño propio. ¿Y nosotros?, la especie que tiene el alma en la punta de los dedos, en la boca y en los ojos, lleva a su Dios pegado a cada una de sus criaturas. ¿Entonces, qué temes, hombre de poca fe? Dios sabe lo que necesitas. Más que pan, necesitas querer mucho y ver que tu hijo te da las buenas noches como si no hubiera nadie en el mundo más que tú. Necesitas escuchar los problemas de tu mujer, que a veces se lleva trabajo a casa para estar más cerca de los niños y apenas tenéis tiempo para vuestras conversaciones. Dale tu confianza, Él sabe… Entonces, el sentido común de no obsesionarse por el futuro se convierte en un estado de confianza con el mismo Dios.