“Llegaron unos hombres que traían en una camilla a un paralítico y trataban de introducirlo para colocarlo delante de él. No encontrando por donde introducirlo, a causa del gentío, subieron a la azotea y, separando las losetas, lo descolgaron con la camilla hasta el centro, delante de Jesús. Él, viendo la fe que tenían, dijo: – «Hombre, tus pecados están perdonados.»” Estos hombres tuvieron un trabajo arduo, pero no les pesó pues lo hacían por su amigo el paralítico. También nosotros tenemos a veces un trabajo con nuestra alma, pero en el fondo vamos en camilla, es el Espíritu Santo el que nos lleva. Nos han llevado nuestros padres, nuestro colegio, nuestros buenos amigos, ese encuentro que no esperabas, y te ha ido poniendo delante del Señor. Y entonces el Señor hace lo que menos esperas: tus pecados están perdonados. No olvidemos que en ambiente judío la enfermedad espiritual iba muy unida a la enfermedad corporal. (“¿Quién pecó, este o sus padres?”). Seguramente este pobre paralítico estaba sufriendo interiormente pensando qué había hecho él para quedarse así. Y entonces descubre que Jesús es Dios – “¿Quién puede perdonar pecados más que Dios?”-, y se sabe en buenas manos. Por eso cuando Jesús le manda tomar la camilla se levanta “al punto”, sin dudar que quien le había sanado el alma le había curado también el cuerpo.
No dudó ni se quedó quejándose en la camilla, al punto hizo caso al que ya le había sanado.
Por eso hoy es un buen día para dedicar un poco más de tiempo al Señor. Puede parecer una tarea pero no lo es. Hay que dejar que el Espíritu Santo nos lleve hoy de su mano en lo que hagamos. Podrá parecer molesto “subir por el tejado”, hacer más caso a los hijos, cuidar a la esposa, ser más cariñoso con la suegra, ver a ese enfermo que teníamos olvidado,… y tal vez hacer una buena confesión como punto de inflexión del Adviento. Podrá parecer un trabajo, pero al poco nos daremos cuenta que no hemos hecho nada, es Dios quien lo ha hecho todo en nosotros y eso es un descanso. Mañana nos levantaremos mejor. Ayer me había encontrado con un obstáculo en la parroquia, me ha traído una semana de cabeza y se arregló en unos minutos, es más, cuando uno tropieza avanza más.
La Virgen siempre estaba dispuesta a decir que sí Dios pues sabía que “el Señor es el que hace cosas grandes por ella”. Que nosotros nos preparemos a dar ese sí.