Si Dios quiere hoy dormiré en casita y volveremos al descanso de las dos ó tres Misas diarias y el estar en la parroquia. Agosto en Madrid es muy tranquilo, mucha gente se marcha y, aunque hay gente para todo, es muy tranquilo comparado con el resto del año. Y en estar en la parroquia tiene la ventaja de que no te quedas solo, siempre estás al lado del Sagrario y puedes estar más rato con el Señor sin que suene el teléfono o el timbre. Y cada año es como volver a aprender a orar, a estar con Él y reenamorarse. 

“Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?” El verano tendrá muchas cosas malas para algunas, pero para el cristiano es momento de apretar en la oración. De ponernos a caminar junto al Señor y hablar con él como Abraham, a veces negociando y la mayoría en animada conversación. De sentirnos “vivos” en Dios y, no digo intensificar la oración, sino aprender de nuevo a orar, a renovar la amistad y la filiación divina , ese disfrutar de ser hijos de tan buen Padre. 

Señor, enséñanos a orar. Muchas veces ponemos la oración como algo que hacer y no dejamos que Dios haga en nosotros. Orar es descansar en Dios, dejarse querer por Él y caer rendido en sus brazos. Orar es el descanso del alma y, aunque a veces nos inquieta un poco, es por aquello que no nos deja abandonarnos en sus brazos y tenemos que quitarlo de nuestra vida o pedirle al espíritu Santo que nos lo quite. Orar es llamar a la puerta sabiendo que cenaremos juntos, es “hacer hambre” para la vida eterna, para ver al Señor cara a cara. No dudes en dedicar tiempo a la oración, nunca es tiempo perdido. 

¿Cómo acordarte? Dile a María que quieres estar con ella al lado de su Hijo en la cuna, en la cruz y en la gloria. Ella, como buena mujer hacendosa, te encontrará esos momentos.