Comenzamos hoy la lectura de la carta a los Romanos con un encabezado que puede llamarnos la atención. Fijémonos en cómo se presenta san Pablo a la comunidad de Roma.
Lejos de empezar presentándose como un hombre de notables cualidades o como una persona que ha reunido méritos incontables, el apóstol de los gentiles se afirma como «siervo» de Jesucristo. Y, desde ahí, dejando bien clara su identidad cristiana, su discipulado, se descubre apóstol, escogido para anunciar el Evangelio de Dios. Y luego da testimonio kerygmático del Señor.
La meditación de hoy podría ser acerca de cómo me presento yo ante el mundo y bajo qué identidad. ¿Se nota en algo que soy cristiano o no se nota en nada? Tampoco hay que ser bichos raros e ir gritando «viva Cristo Rey» a cada paso, pero el verdadero discípulo de Jesucristo tiene la luz que sólo Dios da. Y eso se tiene que notar. Y si no tengo esa identidad, ¿qué me puede faltar? ¡Pide luces al Espíritu Santo, al Espíritu de la verdad! Podría ser que vives demasiado encerrado en tus esquemas, que te falta una cierta apertura a la novedad en tu vida (un poco como el hijo mayor de la parábola del Padre misericordioso y el hijo pródigo), quizás te falta mirar más a Jesús y olvidarte un poco de ti, también puede ser que termines de hacer una lectura radicalmente cristiana de tu vida y que no hayas descubierto la maravillosa obra que Dios hace contigo (mismamente, si ya estás leyendo esto significa que estás buscando al Señor: ¡eso es la obra de Dios contigo, del Dios que te llama y pone en tu corazón que ores, que le mires a Él!). En definitiva, puede ser por muchas cosas.
Reza, pide luces y no te desanimes. Que no te pase como a la generación a la que se refiere Jesús en el Evangelio, que va pidiendo grandes señales cuando tienen delante lo más maravilloso y sagrado que puede haber. Nosotros tenemos a Jesucristo en la Eucaristía y al mismo Espíritu Santo habitando el alma que está en gracia de Dios. ¿Qué puede haber más maravilloso que eso? Déjate querer y sorprender por Dios. ¡Y recuerda! Dios no está donde nosotros le digamos o creamos necesitarle, sino que Él está allí donde de verdad lo necesitas. ¡Ánimo!
Gracias
He descartado pedir ninguna explicación mi oración «acuérdate de mi «
Sí, a veces en lugar de reprimendas también necesitamos unas palabras de consuelo. Gracias
luchar humanamente todo lo posible para salir de las situaciones no deseadas, como si todo dependiera de mi, pero recurriendo al señor en todo y siempre pidiendo tener al Espíritu Santo en nuestro corazón.Y hágase siempre en mi según tu palabra
sí padre, gracias
«SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, en voz confió».
Gracias… SALUDos…Paz y Bien desde parroquia nuestra señora de Itatí…en la vicaría de la Rivera…de la diócesis de Lomas de Zamora…provincia de Buenos Aires… República Argentina…de los pagos de Francisco…
Dice en la reflexión, padre: ¡Y recuerda! Dios no está donde nosotros le digamos o creamos necesitarle, sino que Él está allí donde de verdad lo necesitas.
En mi última oración pedí por mí. Más o menos “pedí bien” porque quería poder quitarme de lo que me dificulta y quedarme con lo único necesario (nada más y nada menos), pedí centrarme en el amor, pedí… pero llegó un punto en que dejé de pedir y dije… “qué te estoy pidiendo… sí, cosas buenas, pero mejor prefiero pedirte que me des lo que Tú sabes mejor que yo que necesito”. Quería compartirlo porque su frase me ha tocado con esto que cuento.