Celebramos hoy la fiesta de san Lucas evangelista, una de esas personas que, aunque no tuvo contacto directo con el Señor, sí lo tuvo con san Pablo y de éste aprendió a amar a Jesús. Escritor del tercer evangelio y de los Hechos, era médico. Pues bien, aprovechando esta profesión que tenía Lucas, vamos a hacer nuestra pequeña reflexión.

Dicen que en nuestro tiempo los médicos recetan sobre todo antidepresivos. De hecho, España es el noveno país del mundo en consumo de este tipo de medicamentos. Entre los 20 primeros, 14 son de la antiguamente cristiana Europa. Podríamos casi decir que el abandono de Dios ha traído consigo la aparición de esta epidemia.

Pues bien, el santo que celebramos hoy, san Lucas, firmó una receta que ha sacado del pozo de la muerte a generaciones sin fin. Una receta que da la eterna alegría, el consuelo verdadero, la paz interior, la valentía para afrontar la vida, la seguridad de un amor incondicional, la receta del fin de las penas, la ternura de un padre misericordioso, la resurrección de nuestras partes muertas… esa receta es el Evangelio, que es la vida de Jesucristo, a quien adoramos y proclamamos, con Pedro, como el mesías, el hijo del Dios vivo.

Hoy pedimos a Jesús que entre en aquellas zonas de nuestro ser o de los que más queremos y que sea el medicamento que ellos necesitan. Sabemos que ya lo es, pero le pedimos, una vez más, que nos sane. A veces, decía santo Tomás de Aquino, Dios condiciona la concesión de determinadas gracias a que le sean pedidas. Que no quede por nosotros. Hoy pedimos al Señor que, como san Lucas, comprendamos que Él y sólo Él es la mejor de las medicinas, que entremos en el Evangelio, que nuestra vida sea evangelio viviente.