“La niña no está muerta, está dormida -decía Jesús-. Y se reían de él”. Hoy muchas personas viven angustiadas por problemas, y cuando les presentas a Cristo como salvación de su vida se ríen; cuando alguien dice que la sociedad vive sumergida en el pecado, entonces, también se ríen ….
Ante las contrariedades hay muchos que no paran de “cortar cabezas” … “Eso ya no es pecado”; “Lo hace todo el mundo”; “La ciencia dice que se puede” … Sin embargo, a ningún fabricante se le ocurriría poner un gran cartel en sus botes de pintura: “Peligro, la pintura mancha.” Si no manchase no sería pintura.
Ahora, algunos quieren que la pintura no deje huellas, que los actos no tengan consecuencias, que el pecado no exista, que desaparezca nuestro pasado y que no influya en nuestro futuro. “Cortando cabezas” no sólo no evitamos el problema, sino que creamos uno mayor.
Sólo de Jesús podemos escuchar esas palabras del Evangelio: “Talitha qumi!” (¡levántate!), y ponernos en pie inmediatamente, dejando atrás toda nuestra enfermedad, pecado y muerte, para seguir a Cristo.
La Virgen María nos ayudará a “no cansarnos ni perder el ánimo” en el seguimiento de Cristo.
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Dios nos ama incondicionalmente y somos nosotros los que descubrimos en nosotros y en los demás ese amor. En ese amor, Dios quiere lo mejor para nosotros y el pecado es aquello que no nos hace bien (y que nos pone dificultades para descubrir ese infinito amor de Dios). Nos ciega. Como personas que somos estamos sujetos al pecado, pero también tenemos la infinita misericordia de Dios que nos limpia ese pecado como si jamás hubiera estado ahí. El problema, efectivamente, viene cuando no reconocemos en nosotros el pecado. Porque al no reconocerlo, estamos permitiendo que sean otros quienes dirigen nuestras vidas. El pecado no es prohibición, es dar un sentido a lo que verdaderamente hace que el hombre se encuentre consigo mismo y con Dios. Es bueno reconocer el pecado en uno mismo sabiendo que ese reconocimiento nos hace adueñarnos de nosotros mismos y que podemos entregárselo a Dios sin temor.