DOMINGO 19 DE ABRIL DE 2020
SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA: TODO CAMBIA (Juan 20,19-31)
¿Qué nos dice la Palabra de Dios de este 2º domingo de Pascua, que San Juan Pablo II proclamó como Domingo de la Misericordia?
- Los Hechos de los Apóstoles nos dan las constantes de la vida de la Iglesia:
- La “enseñanza de los apóstoles”, es decir, en anuncio del Evangelio, por el que “día tras día el Señor iba agregando al grupo de los que se iban salvando”.
- La comunión afectiva y efectiva de los bienes, espirituales y materiales (“lo tenían todo en común”)
- La celebración de la Eucaristía (la “fracción del pan”) y el culto divino (la oración y los demás sacramentos)
- Con el salmo 117 hemos afirmado el sentido más importante del culto católico: “la acción de gracias a Dios porque es bueno, porque es eterna su misericordia”. Eucaristía significa, de hecho, acción de gracias.
- El apóstol Pedro en su primera carta nos muestra las señas de identidad del hombre nuevo, es decir, del cristiano: alegrarse en medio del sufrimiento, afrontar las pruebas de la fe, y no cejar en la alabanza a Cristo.
- Y el Evangelio nos muestra, a su vez, la imagen, la escena, la fotografía permanente de la vida de la Iglesia, que puede provocar en nosotros una inquietud que, en el lenguaje coloquial plantearíamos así: ¿tu quieres o no quieres salir en la foto, en esta foto? Es la escena del Resucitado en medio de los Apóstoles, reunidos en el Domingo, día del Señor, para acoger su paz, verificar su triunfo, y ser enviados a humanizar y evangelizar este mundo.
¿Qué significa para cada uno de nosotros, y para todos los hombres, que Cristo haya resucitado?
- Que todos los que escuchen el anuncio del kerigma (“Cristo ha resucitado, y es primicia de la resurrección de quienes sean salvados por él”) están inexorablemente sometidos a tomar una decisión en su vida: o creerlo o no creerlo, porque en ello se dirime, a la postre, el sentido, el valor y el destino de la vida.
- Que el Amor de Dios tiene para siempre la última palabra: los cristianos no creemos ni en el sometimiento del mundo al imperio del mal, ni en el absurdo de la dependencia del azar, sino en el triunfo del Amor en la historia, que es de salvación.
- Que Cristo Resucitado ha vencido al pecado, al dolor y a la muerte, y los ha convertido en perdón, en esperanza, y en vida eterna.
- Que su presencia no nos deja caer en la trampa de la autosuficiencia humana, porque su amor nos persigue en su palabra, en sus sacramentos, y en los hermanos, sobre todo en aquellos en los que vemos más claramente el rostro de su soledad y de su pasión con las que nos redimió.
“Si Cristo no ha resucitado vana es nuestra predicación, y vana es también nuestra fe.. y vosotros estáis aún en vuestros pecados” dice el apóstol Pablo, que no había conocido a Jesús antes de la Resurrección, pero que lo predicaba con toda su vida, lleno de celo. Jesús es el enviado del Padre. Él también nos envía. La disponibilidad de “andar” proviene de la profundidad de la fe que tenemos en el Resucitado. ¿Estamos preparado para aceptar Su “mandato” y a dar la vida por su Reino?
Hay algo en el evangelio de hoy que de alguna forma me recuerda a la situación actual:
» estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos»
Hoy, también el primer día de la semana, igualmente estamos encerrados por miedo, y hoy también Jesús se pone en medio de nosotros y nos dice «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
E igualmente hoy hay «Tomases» que no creeremos hasta que veamos físicamente que el motivo de nuestros miedos está pasando.
Y también hoy Jesús nos dice «Bienaventurados los que crean sin haber visto», y en la segunda lectura se nos dice «sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable»
Así es hermanos, seguir con perseverancia y saltando obstáculos, que sólo nos baste su GRACIA, EFICACIA Y AUTORIDAD. amen.
La autosuficiencia humana es en sí una trampa porque cuando uno se reconoce necesitado de Dios es cuando vive. La autosuficiencia acomoda mientras que la fe siempre está poniendo en marcha y rompiendo con la parálisis, librando de la ceguera y dando gozo. Por eso Jesús es Vida, es agua que sacia.
Tomás vio a Jesús resucitado porque, a pesar de su incredulidad, permaneció en la comunidad. A todos nos puede pasar y es normal, somos humanos, la debilidad y caer nos caracteriza, pero aunque no veamos, nos falte fe, permanezcamos cerca de Jesús, de la comunidad, de la Iglesia. Jesús se nos aparecerá cuando menos nos esperemos y nos mostrará sus manos y su costado.