En ocasiones se oye aquello de que «hay que buscar La Paz a cualquier precio». Sentémonos, negociamos, pactemos, lleguemos a un acuerdo y así encontraremos la paz entre todos. Sin duda alguna la paz es un bien, algo deseable, pero es una consecuencia que se alcanza, no un fin que se pacta.Si yo reniego de mis principios más profundos, si pongo en duda las verdades de la fe para llegar a vivir en paz con los que me rodean, esta será una paz con alfileres, de abrazos y cuchillos en las manos.

«¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división.» A muchos asombran estas palabras de Jesús, incluso muchos las olvidan, entronizando la paz como un fin en sí mismo. La Paz es fruto del Espíritu Santo, si yo niego al Espíritu Santo me estoy negando el gozar de sus frutos y me quedaré con un sucedáneo tan pacífico como falso. La paz no es fruto nunca de la mentira. Cierto es que a veces entronizamos como verdades absolutas situaciones pasaderas o cuestiones opinables y entonces empiezan las guerras más tontas, si a alguna guerra se le puede llamar tonta. Por eso es tan importante ser radical, ir a la raíz de las cosas, y prender el fuego de la verdad para que ilumine y caliente a una humanidad oscura y fría, no sea que por falta de certezas nos acostumbremos a vivir en la oscuridad.

«El esplendor de la verdad brilla en todas las obras del Creador y, de modo particular, en el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1, 26), pues la verdad ilumina la inteligencia y modela la libertad del hombre, que de esta manera es ayudado a conocer y amar al Señor. Por esto el salmista exclama: «¡Alza sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor!»» Así comienza la Encíclica Veritatis Splendor de Juan Pablo II del que hoy hacemos memoria en la liturgia. ¡Qué bueno sería releérsela otra vez!

Pues » pidiéndole que os conceda, según la riqueza de su gloria, ser robustecidos por medio de su Espíritu en vuestro hombre interior; que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, que el amor sea vuestra raíz y vuestro cimiento; de modo que así, con todos los santos, logréis abarcar lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo, comprendiendo el amor de Cristo, que trasciende todo conocimiento. Así llegaréis a vuestra plenitud, según la plenitud total de Dios.» termino hoy. María, sede de sabiduría, cuídanos.