Queridos lectores:
En un primer momento, quise comenzar esta reflexión con una broma, sin embargo, al sentarme a escribir, no me salía ninguna, porque esto de la inocencia es algo muy serio. La inocencia puede reconocerse en los ojos de los niños, es verdad que también hay algunos adultos de corazón limpio en cuyas miradas puede reconocerse algún rastro de ella, pero su verdadero ser se encuentra en los niños, en su forma de ver el mundo con ilusión, en su forma de mirar al futuro con esperanza, en su forma de confiar en los que le rodean, en su capacidad de creer.
La inocencia es lo contrario de maquinar, lo contrario de hacer planes complicados para salirnos con la nuestra, es lo contrario de la desconfianza y la mentira, es precisamente y exactamente lo contrario de entender al otro como un enemigo. Herodes en el texto que hoy ilumina nuestra reflexión ha perdido hasta la última gota de su inocencia. Para preservar su poder es capaz de cometer una terrible atrocidad, matar a todos los niños menores de dos años, la brutalidad de la medida nos sobrecoge, o por lo menos debería hacerlo, sin embargo en ciertos aspectos nuestra sociedad es tan brutal como Herodes, pienso en el auténtico drama del aborto, que hemos convertido en «derecho» y que nuestra sociedad asume con normalidad… El no-nacido es una amenaza para el proyecto de vida de la madre, para su carrera… ¿Cómo sanar este mundo enfermo? ¿Cuántas lágrimas no habría que derramar por él?
O el no menos brutal drama del abandono que sufren nuestros niños y adolescentes, el drama de los que crecen solos, de los que se crían en las calles, incluso perteneciendo a una familia… y junto a ellos el drama de los niños que son explotados, en cualquiera de las posibles variantes,en cualquiera de las partes de este ancho mundo, el drama de los menas y de los niños refugiados, el drama de los niños que mueren de hambre… ¿De veras Herodes no sigue entre nosotros?
En este recuerdo doloroso de la infancia sufriente, las lágrimas son purificadoras. La inocencia del cristiano que es fundamentalmente confianza, no consiste en obviar la realidad, en mirar para otro lado, en huir de lo que ensucia y estropea nuestro mundo, sino en mancharse las manos, en hacer todo lo posible porque eso cambie, sabiendo que es el Amor, el que hace nuevas todas las cosas. La inocencia cristiana nos permite mirando cara a cara al mundo creer que el Amor de Dios puede transformar cada situación. La inocencia cristiana es en definitiva esperanza, pero no una esperanza tonta, ilusoria, no, una esperanza que Dios pone en nuestro corazón y que nos permite sonreír al futuro, porque sabemos bien en quien hemos puesto nuestra esperanza.
La biblia nos revela constantemente que Dios está al lado de los pequeños, de los excluidos, de aquellos a quienes se les niega el derecho de ser, de tener oportunidades. Hoy la Palabra nos provoca y cuestiona. La fe nos urge, nos lanza… no para ser salvadores o héroes, sino para que, con sencillez y constancia, nos comprometamos con el Reino de Dios.
«La inocencia se ha convertido en un distintivo de los fracasados, los vencidos, los humillados, los muertos… La esperanza se ha convertido en palabra hueca, un fraude, y ha consolidado el abuso…» Estas reflexiones no son una «inocentada» sino el llanto amargo de quien experienta la subversión de los valores en la práctica, incluso por aquellos que decimos asumirlos y defenderlos.
Es facil, relativamente, contabilizar las muertes violentas de niños, los abortos provocados, las eutanasias, las esterilizaciones, las mutilaciones genitales,los matrimonios infantiles, los ejércitos de niños soldados, las plantillas de exclavos infantiles, los burdeles infantiles, las víctimas de pederastas, los niños muertos en pateras, los que mueren de hambre, y de enfermedades que podian ser curadas,… Lo que no es fácil es contabilizar las veces que los cristianos en nuestra vida diaria, en las pequeñas decisiones y opiniones y actitudes, nos comportamos como herodes y aplicamos la teoria del «mal menor» o «el fín justifica los medios»… y cerramos la via de la esperanza y la salvación para todos aquellos que tenemos al lado…
¿Queremos ser inocentes? ¿Nos da miedo ser inocentes hoy? ¿Nos acusamos de haber perdido la inocencia? ¿Vemos la inocencia como valor o como estigma vergonzoso del débil?
Jesús nos mostró que era inocente y siéndolo cargó con nuestros pecados. Nosotros debemos vivir esa inocencia suya para ser esperanza en el mundo, y no defraudar… ¡Ayúdanos Madre! ¡Qué dificil es preservar la inocencia y cultivar la esperanza! ¡San José ven!
Gracias por los comentarios llenos de sabiduría del comentarista y de Rafael e Inmaculada. Yo fui una niña salvada de «Herodes»: mi madre con 20 años tiró para adelante y estoy en este mundo; la bendeciré siempre por ello, ahora desde el cielo también me cuida