En el Evangelio de hoy podemos contemplar la humanidad de Jesús en todo su esplendor. Nuestro Señor, se acerca al leproso, que le suplica (¡qué verbo este!) de rodillas la curación. Y Cristo, lo hace, le toca extendiendo la mano. Pero no cura de cualquiera manera, sino desde la compasión, es decir, desde la empatía, desde la ternura.
¡Cuántas veces habremos necesitado un poquito de esa compasión y ternura en nuestra vida! Y cuántas veces habremos podido comprobar que nuestro corazón no se rige por esa actitud, sino que se endurece ante los leprosos del siglo XXI que vamos encontrando por el camino de la vida.
En estos primeros días del tiempo ordinario podemos hacer examen sobre nuestra empatía. ¿Nos acercamos con el corazón a los problemas de la gente que tenemos alrededor o permanecemos insensibles? Siempre me han llamado la atención esos vídeos que circulan por internet en los que un actor se hace pasar por un pobre o por un infartado y demasiadas personas siguen de largo ¡incluso tras mirar un poco qué pasaba! Quizás nosotros, por la gracia de Dios, no haríamos lo mismo en casos tan extremos, pero, mucho cuidado, que es más que probable que haya otras dificultades muy cerca de nosotros ante las cuales estemos permaneciendo insensibles. Y eso no puede ser.
El Señor nos ha dado a todos innumerables talentos, sean espirituales o materiales, y con ellos debemos ser esa mano compasiva y extendida de Jesús para el mundo. De hecho, se nos pedirá cuentas de todo ello. ¿Ponemos en juego, desde el corazón, aquello que el Señor nos ha regalado o nos lo quedamos para nosotros?
En el Evangelio de hoy, el curado acaba pregonando alegre e inconteniblemente que Jesús le ha curado. Tampoco nosotros buscamos eso respecto a nosotros, pero sí hay algo que puede gritar, como gritarán las piedras cuando sea menester: nuestras obras. Como dice el refranero español: obras son amores y no buenas razones. ¿Qué dice nuestro comportamiento?, ¿grita curación y compasión o individualismo?
Pide al Señor que te abra los ojos del alma para poder ver a esas personas en las que Él te pida que seas su mano compasiva. ¡Ah! Y, en caso de ser tú quien la necesite, pídela también: ¡Quiero! Y déjate ayudar en el modo en que Jesús quiera que seas ayudado.
Quiero Senor! Si Tú quieres, puedes.Confio en Ti.Tu sabes que necesitamos pero nos dices Pedid y se os dará.Aumenta nuestra Fe.Protejenos y Curanos.Gracias Señor.
Alguien permanece 55 horas sin relevo en el puesto de trabajo de vigilante de seguridad, en condiciones penosas, alimentado gracias a los servicios de proteccion civil… Se aplica la pena de muerte a una mujer que posiblemente sufre una enajenación mental. Liberan a una exclava doméstica en el hogar de una familia acomodada…
Lo vemos, lo compartimos, lo analizamos… Empatizamos con los protagonistas de la noticia ( si llegan a ser «noticia») pero no vemos a Jesús detrás de sus rostros… y Él está con ellos.
¿Cómo no entender la alegría de quien está viviendo una situación de pobreza extrema, quien es víctima de trata, violencia, marginación, repudio y condena…?
Si hemos visto esa «sonrisa» en esos rostros sufrientes es porque Dios está con ellos, y nosotros hemos sido tocados por la misericordia infinita de Dios.
El leproso no dudó ni un instante en que Jesús iba a atender su petición. Sabía que Jesús amaba y buscaba el bien de todas las personas, no solo proclamando la luz de su evangelio, sino curando las heridas de los que se acercaban y confiaban en él.
¡¡¡¡QUIERO!!!!Estoy en tus manos Señor si quires pasa Tu Mano sobre mi.,