Martes 9-3-2021, III de Cuaresma (Mt 18,21-35)

“No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”. El Evangelio de hoy trata sobre el perdón. Jesús pide perdonar “hasta setenta veces siete”. Aunque sólo sea una cuestión de matemáticas, nos damos cuenta de que el Señor nos pide mucho. Setenta veces siete es exactamente 490 veces, lo que significa que debemos perdonar, al menos, una vez cada 3 minutos. Lo cual no es poca cosa… Pero teniendo en cuenta que setenta veces siete no sólo se puede entender como una suma (7+7+7… 70 veces) sino como una multiplicación (7x7x7… 70 veces) –y no sabemos en qué sentido lo dijo el Señor–, nos sale la impresionante cifra de 10… ¡con 59 ceros! En fin, una auténtica barbaridad. Aunque probablemente Jesús usó esos números de forma simbólica. Para un judío el 7 era sinónimo de “totalidad”, por lo que “perdonar hasta setenta veces siete” equivaldría a decir “perdonar todo todísimo”. Es decir, más allá de las cábalas matemáticas, parece claro que Jesús nos pide no un perdón cualquiera, sino un perdón sin límites, sin condiciones, sin medida.

“Se parece el reino de los cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus criados”. Desgraciadamente, para entender esta parábola en toda su profundidad hace falta echar de nuevo mano de las dichosas matemáticas. Jesús habla de aquel criado que “debía diez mil talentos”. ¿Alguna vez te has preguntado qué significa esta cantidad? El “talento” no era para los contemporáneos de Jesús un sinónimo de “capacidad”, “aptitud”, “inteligencia”… El talento, en su origen griego y romano, era una unidad de medida del oro y la plata. Diez mil talentos equivalían, según la medida de la época, a más de 200 toneladas de oro. Al cambio actual, ¡más de 9 mil millones de euros! Jesús habla de un rey que perdona esa exorbitada cantidad de dinero a uno solo de sus siervos. ¡Y lo perdona sin más, sin pedir nada a cambio! ¿No te hacen caer en la cuenta estas cifras desorbitadas de lo que de verdad valen nuestros pecados? Ya no puedes pensar que hay “pecadillos” pequeños, sin importancia, que no hacen daño a nadie… ¿Y no muestra la parábola de forma absolutamente clara la misericordia desbordante de Dios Padre con nosotros? Él nos ha perdonado una deuda que jamás –ni en nuestros mejores sueños– habríamos sido capaces de pagar. ¡Infinita misericordia de Dios!

“Al salir, el criado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios”. Y el Señor sigue con las matemáticas… Un “denario” era el equivalente al salario diario medio de un trabajador. Es decir, que “cien denarios” serían hoy en día 3.500€. ¿Una cantidad nada despreciable, verdad? Y es que las ofensas que nos hacen los demás no son poca cosa… es más, a veces son bastante considerables. Y Jesús reconoce claramente que los demás nos pueden hacer mucho daño, nos pueden deber mucho. Pero la razón por la que tenemos que perdonar a los demás sus ofensas no es que sus ofensas sean pequeñas o insignificantes, sino que Dios nos ha perdonado infinitas veces más. Dios nos lo ha perdonado todo… y nosotros debemos hacer lo mismo. Evidentemente, los 3.500€ que nos deben los demás es una cantidad importante de dinero… pero, ¿qué es ese dinero comparado con los 9 mil millones de € que debemos a Dios? ¿Simple cuestión de matemáticas?