La pregunta, con la que titulo mi reflexión de hoy, que es la que Jesús lanza hoy al enfermo que durante 38 años había estado postrado ante la fuente de Betesda, ha protagonizado muchos de mis momentos de oración tanto en el seminario, como a lo largo de mi vida sacerdotal. Se coló en mis reflexiones porque en un cierto momento, la pregunta me parecía una auténtica chorrada. ¿Cómo Jesús, puede preguntarle una cosa así? Sin embargo lo que en aquel momento me pareció obvio, hoy, viendo mi historia, recorriendo las historias de los que me rodean veo que la pregunta de Jesús es más sutil de lo que mi inteligencia primaria pudo captar.

En realidad,  esas tres palabras esconden todo un misterio, todo un desafío. La salud se convierte en un riesgo, en el riesgo del cambio, y en el riesgo de vivir sin excusas, el riesgo de vivir en plenitud, supone el riesgo de vivir sin quejarse, supone el riesgo de abandonar la propia comodidad. Y es que el refrán nos dice, y todos lo aceptamos sin pestañear, que más vale lo malo conocido, que lo bueno por conocer.

Cuentan de una comunidad de frailes, que vivía en una casa en ruinas, con goteras, en habitaciones diminutas, no por pobreza, sino por costumbre, por comodidad… y llegó un prior que con mucha sensatez les propuso reformar la casa, y acondicionar las habitaciones a las edades de sus moradores, porque ya iban siendo mayores y aunque «siempre se había vivido así» las cosas siempre se pueden mejorar. Hubo casi una revolución, el prior fue acusado de despilfarrador, y todos se resistieron, sin embargo, el prior firme en sus convicciones consiguió llevar adelante las obras, y sí, todos tuvieron que sufrir cierta incomodidad durante las obras, sí, todos han tenido que acomodarse a las nuevas habitaciones, sí, todo eso es verdad, pero finalmente, y aunque sea con la boca pequeña, todos reconocen haber ganado en el cambio.

En nuestra vida espiritual, y en nuestra realidad de pecado actuamos de forma muy similar. Muchas veces hasta pretendemos vencer el pecado sólo con nuestra voluntad, y la vida cristiana, por suerte, no es cuestión de voluntarismos. Ciertamente hay que hacer opción por el bien, y determinar la propia voluntad al bien, pero no sólo es eso, la vida cristiana es mucho más, afecta a todas las potencialidades del hombre y todas ellas tienen que ponerse en juego para poder Vivir en las coordenadas que Dios nos propone. Y una de esas coordenadas parece ser la del cambio, no cambiar por cambiar, sino el cambio que surge de la honestidad de reconocer la propia fragilidad y el margen de mejora que uno siempre tiene.

Los cambios que Dios nos va proponiendo, el camino de felicidad al que constantemente nos llama, es arriesgado, y muchas veces preferimos seguir viviendo en nuestra miseria. Dios quiera que en esta cuaresma, que está ya en su recta final, cuando el Señor salga al paso de nuestro pecado, de nuestras enfermedades, corramos el riesgo de aceptar la salud, la Vida verdadera que el nos da.