Si hay una cosa que tenemos en común los cristianos y los no creyentes es un cierto deseo de «ver» a Jesús, cuantos de los que han recibido catequesis, de los que han estudiado en colegios católicos y según van creciendo se alejan de la fe no expresan ese deseo, incluso reconocen que algo dentro suyo les impide dejar de creer. Somos como Tomás o como los griegos que hoy se acercan a Felipe y a Andrés para ver a Jesús.
Sin embargo, cuando uno se acerca a Jesús, suele estar muy mediatizado por los prejuicios, por los prejuicios estéticos, el arte, las películas, las canciones… nos presentan un Jesús dulzón, amable, que encaja bien con nuestra flojera, pero que casa mal con la historia del Evangelio. Hace algunos días veíamos a Jesús expulsando a los mercaderes del templo, hoy le escuchamos gritar y llorar en la carta a los Hebreos, le vemos agitado y con pronósticos oscuros en el Evangelio, pues los anuncios de la Pasión, aunque sean en el fondo anuncios de gloria, primero lo son de sufrimiento y derrota, que se le pregunten a Pedro y a los apóstoles como les desconcertaban esos anuncios…
En el Evangelio de hoy resuena ese «si el grano de trigo no muere…». Qué feo es morir y que feo nos resulta todo lo relacionado con la muerte, incluso en esta sociedad en la que, en cierta medida, se ha convertido en algo quirúrjico, los muertos por COVID son un dato, el aborto y la eutanasia un derecho… Casi se queda uno sin palabras.
Sin embargo, en las puertas de la semana de Pasión, previa a la Semana Santa, no podemos prescindir de la realidad de Jesús, no podemos hacer una lectura parcial de su vida y quedarnos solo con el Jesús que anduvo en la mar, es preciso mirar a los ojos al Cristo traspasado, con el corazón abierto, para entender el misterio de la entrega, entender que para llegar a la luz, es necesario visitar el valle de las tinieblas, que para ver a Jesús, tenemos que quitarnos las anteojeras y observarle con detenimiento, y mirar traspasando las apariencias, descubriendo la profundidad de lo que se nos regala en aquel que elevado, atrae a todos hacia sí.
A veces medito sobre la soledad de Jesús, aquel «tengo sed» que tanto conmovió a la Madre Teresa, aquel tengo sed de la almas que a ella le urgía a entregarse a los más pobres entre los pobres, aquel desgarrado grito de Jesús, similar al que hoy nos presenta la carta a los Hebreos a mi me lleva a meditar sobre la profundad soledad e incomprensión que sufrió Jesús, como esa incomprensión sigue hoy presente, como tantas veces pasamos a su lado sin verlo, pendientes de mil detalles sin importancia, dejándo de lado a aquel al que deseamos ver…
Pues sí Señor, quiero verte y que tu mirada transforme hasta el último rincón de mi alma. Sí Señor, como el ciego del camino, como los griegos del evangelio te pido un milagro para verte, para poder creer.
Jesús M y Dios Mi !!!!!!
JESUS MÍO Y DIOS MÍO
Gracias por sus comentarios de esta semana! ✨
Quiero verte Señor y lograr que a través de mi otros puedan verte, ayúdame.
Se hace necesario dar testimonio como cristianos de la fé que profesamos y de nuestro encuentro con Cristo, en los que sufren, en los que necesitan cuidados, en aquellos que no se pueden defender y son privados de su vida, su libertad, su dignidad humana.
Como Jesús, tenemos que reaccionar y suplir, derrochando ternura y dedicación hacia enfermos, ancianos, desvalidos, perseguidos, empobrecidos, los privados de libertad… Si no derrochamos amor, para ahogar las fuerzas del mal, nos convertimos en cómplices de las políticas que no están del lado del que sufre sino del lado de la cosificación, mercantilización, y corrupción de la persona, y del descarte de quien no es rentable y productivo…
Una noticia escondida por los medios periodísticos de gran tirada, como es el asesinato de una activista indigena y su nieta bebé… es silenciada. Un debate sobre la necesidad de ofrecer cuidados paliativos a las mas de 60.000 personas que actualmente en España mueren con dolor… no tiene espacio en la opinión pública.Podiamos encontrar muchos ejemplos, muchos…
Una gran mentira enmascara muchos slencios culpables, cobardias y pactos vergonzosos, de quienes no son coherentes con la fé recibida.
Deberiamos llegar mucho mas adentro en nuestro examen de conciencia y preguntarnos qué hacemos individual y colectivamente para defender la vida, y como Jesús entregarnos.
Para ver a Jesús hay que mirar a la cruz y a su entrega. Para ver a Dios hay que mirar el sentido de amor, de perdón, de misterio, que esconde la cruz. La cruz es un misterio de amor. El misterio de que en Jesús estamos toda la humanidad de todos los tiempos, el misterio de que en la cruz Jesús nos atrae a todos en su amor. Como el amor mismo es un misterio de entrega. El misterio del sufrimiento por amor.
“… Yo soy la resurrección y la vida…”
“… atraeré a todos hacia mí…”
“… queremos ver a Jesús…”
“… morir al pecado y vivir para Dios en Cristo Jesús…”
“… para recibir lo que desea de Tu generosidad…”
“… la salvación del mundo…”
Madre del Salvador, intercede por
nosotros