El Señor, como suele ser habitual, tanto cuando estaba con sus discípulos como ahora, a través de las llamadas personales que reciben las personas que llevan una vida de oración, suele ser muy claro. Y hoy lo es: «Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero».

Tan importante es esto que luego San Pablo lo repetirá, llegando a decir, en la primera carta a Timoteo, que todos los males comienzan cuando sólo se piensa en el dinero. Por eso, en la oración de hoy vamos a situarnos ante nuestros bienes, sean dinero líquido u otro tipo de bienes.

Más allá de que -no lo podemos negar si somos honestos- generalmente las riquezas nos dan cierta seguridad, hemos de preguntarnos dónde ponemos nuestra confianza. ¿En las riquezas, sean materiales o personales, que tenemos? O confiamos en que el Señor vela en cada momento de nuestra historia. Seguro que la respuesta no es del todo esta segunda, pero, precisamente por eso mismo, debemos implorar al Señor un corazón tan puesto en Él que lo demás acabe de verdad en un segundo plano.

¿Cómo? Las respuestas son sencillas, pero seguro que más prácticas que teóricas en este caso, puesto que estamos ante una realidad de esas que si no se las pone en práctica difícilmente se llegan a comprender bien. Por eso es tan importante la limosna, que llega a sepultar un sinfín de pecados, como dice la Escritura, y el ayuno. Porque nos ayudan a salir de nosotros mismos y a reconocer que el Señor de la historia es otro. Y una última cosa, también a modo de examen de conciencia: ¿Cómo vivimos el domingo? Deberíamos saber que el tercer mandamiento no consiste en ir a Misa los domingos y fiestas de guardar (es un mandamiento de la Iglesia, de hecho, no del Decálogo). Más bien es un mandamiento que reconoce la superioridad de un día de descanso por encima de las necesidades y obligaciones terrenales. Un día en el que vivimos de la Providencia y de lo que el Señor nos ha ido dando en los seis días previos. Así lo vivieron los israelitas en el éxodo de Egipto y así deberíamos vivirlo nosotros: el día de la soberanía del Señor sobre todo.

¡Puedes empezar mañana mismo!