El sacramento de la unción de enfermos la describe de modo sublime el apóstol Santiago. Se trata del modo en que Cristo sigue visitando a los enfermos, les impone las manos, les unge con óleo, les da la gracia para llevar su dolor, pone esperanza en trances desesperados, ilumina con la fe en la vida eterna el posible trance de la muerte, ayuda a vivir con paz en medio de la adversidad.
Jesús nos da la mano, aprieta fuerte, fuerte, para darnos seguridad en momentos de penuria, de duda, de incertidumbre, de dolor. A lo largo del evangelio, son muchos los relatos sobre visitas a enfermos. Algunas acaban en curación milagrosa; otras muchas no. Pero en unos y otros casos, la paz de Dios llega a los enfermos.
Y no sólo a ellos: también a sus familiares y a los que les cuidan. A lo largo de mis años de ministerio sacerdotal, son muchas las unciones de enfermos que he administrado, y allá donde fuere, he hecho lo posible por reunir a cuantas más personas mejor para hacer una oración unidos. Aprovecho siempre para hacer una breve catequesis (nada plúmbea, porque en esas circunstancias no está el horno para bollos) del significado de los ritos y el trasfondo de este sacramento, que es la visita del mismo Cristo. Los acompañantes acaban también con igual paz que el enfermo.
Al fin y al cabo, es la iglesia unida la oración la que se reúne para elevar las súplicas por los enfermos: «Suba mi oración como incienso en tu presencia, Señor».
Hace años hice un comentario más pormenorizado a este sacramento.
Querido hermano:
«El Evangelio nos habla del afecto con el que Jesús acogía a los niños, tomándolos en sus brazos y bendiciéndolos, porque “de los que son como ellos es el Reino de los Cielos”.
Y las palabras más fuertes de Jesús son precisamente para el que escandaliza a los más pequeños: “Más le valdría que le colgasen una piedra de molino al cuello y lo arrojasen al fondo del mar”.
Por lo tanto, debemos dedicarnos a proteger la dignidad de los niños con ternura pero también con gran determinación, luchando con todas las fuerzas contra esta cultura de descarte que hoy se manifiesta de muchas maneras en detrimento sobre todo de los más débiles y vulnerables, como son precisamente los niños».
Por último, un buen consejo bíblico para quienes tenéis hijos o estáis al cargo de ellos: «Quien mima a su hijo, tendrá que vendar sus heridas, y a cada grito que dé, se le estremecerán las entrañas. Caballo no domado, se encabrita; hijo consentido, se hace díscolo. Mima a tu hijo y acabarás aterrado, juega con él y te hará llorar. […] Educa a tu hijo y corrígelo para que no tengas que aguantar su insolencia».
Reza cada dia el Santo Rosario y pide por los hijos. Por los niños que nacen. Por la Paz en el Mundo. Tu hermano en la fe: José Manuel.
Me gustaría que en las citas (entrecomilladas) se citara la fuente. Todas son valiosas, pero las de la Biblia, las definiciones doctrinales de los Conclios Ecuménicos o del Santa Padre dictadas «es cátedra»,, de sus encíclicas o cartas o los escritos de los obusos, incluso una reciente de Desmond Tutu, no tienen ka misma autoridad. Gracias por su atención y mis disculpas si lo que digo no es pertinente.
…….»ex catedra»
…Otra errata que no detecté por el pequeño tipo de letra: Donde dice «obuses» debe decir «obispos».
Sé Señor, el privilegio que Tú me otorgas. Me doy cuenta de por mucho que haga algún sacrificio de privarme de caprichos, y orar, orar, por tantas personas que lo pasan mal, dejando sus casa, sus países… Perdóname por mi egoísmo. Dime Señor que debo hacer