“Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas”. Él es la luz que nos permite conocer la verdad de lo que somos y a lo que estamos llamados. La persona y enseñanza de Jesús nos muestran el camino para no perdernos “en tinieblas”. Pero no podemos olvidar que hay “otras luces” que nos “indican sendas peligrosas que llevan a alegrías y satisfacciones efímeras. Hoy, en muchas manifestaciones de la cultura dominante se registra gran indiferencia y superficialidad. Vosotros, queridos jóvenes, imitando a san Francisco y a santa Clara, no dilapidéis vuestros sueños. ¡Soñad, pero en libertad! ¡Proyectad, pero en la verdad! También a vosotros el Señor os pregunta: ¿A quién queréis seguir?Responded, como el apóstol san Pedro: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6, 68). Sólo Dios es el horizonte infinito de vuestra existencia. Cuanto más lo conozcáis, tanto más descubriréis que sólo él es amor y manantial inagotable de alegría” (San Juan Pablo II, II Encuentro Internacional “jóvenes hacia Asís”, 18-8-01).

Al dejarnos guiar por esas otras luces rechazamos sus palabras. Y esto tiene sus consecuencias: nos deja en tinieblas para acertar con nuestro verdadero bien. Con nuestra libertad disponemos de nosotros mismos, por eso es tan seria la cuestión sobre la libertad. Sólo la Verdad nos hace verdaderamente libres (cf. Jn 8, 32) y adhiriéndonos a esa Verdad, que es Cristo, nuestra libertad crece. La gracia pide nuestra cooperación. Como recordaba Benedicto XVI, “la libertad debe ser conquistada para el bien una y otra vez” (Encíclica “Spes salvi” 24). Dios nos ha dado la libertad para que le amemos. El amor es lo que hace que la libertad se ponga en movimiento y la libertad crece en la misma medida en que amamos.

“El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he pronunciado, esa lo juzgará en el último día”. Aceptar o rechazar las palabras de Cristo esta es la decisión más importante de nuestras vidas. “Ya desde los primeros tiempos, la perspectiva del Juicio ha influido en los cristianos, también en su vida diaria, como criterio para ordenar la vida presente, como llamada a su conciencia y, al mismo tiempo, como esperanza en la justicia de Dios. La fe en Cristo nunca ha mirado sólo hacia atrás ni sólo hacia arriba, sino siempre adelante, hacia la hora de la justicia que el Señor había preanunciado repetidamente. Este mirar hacia adelante ha dado la importancia que tiene el presente para el cristianismo” (Benedicto XVI, Encíclica Spes salvi 41).

María, Madre de Misericordia, nos acompañe cada día para crecer en la docilidad a la Palabra de su Hijo.