MARTES 24 DE MAYO DE 2022: EL DON DEL ESPÍRITU
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: “¿Adónde vas?”. Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, os digo es la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré.
Y cuando venga, dejará convicto al mundo acerca de un pecado, de una justicia y de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el príncipe de este mundo está condenado» (Jn. 16, 5-11).
EL DON DEL ESPÍRITU
Jesús nos dice que “nos conviene” que él se haya ido a la derecha del Padre; porque si no se hubiera ido, no habría venido a nosotros el Paráclito, el Espíritu Santo.
Pero, ¿qué nos trae el Espíritu Santo? ¿Cuál es su don?
El don del Espíritu Santo. Si. Nadie hay más íntimo a nosotros mismos que él. Desde nuestro bautismo no nos da tegua. Desde nuestra confirmación está, porque así se lo dijimos, como en “su casa”.
- San Pablo en su primera carta a los corintios nos dice: “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: y ese templo sois vosotros” (1Cor. 3,16-17).
- El Espíritu Santo nos protege, nos da sus siete dones (sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad, y temor de Dios), y nos susurra al oído la voluntad de Dios para el momento presente.
- Eso si, se reserva para Él dos ámbitos que son sólo del Padre, y que ya no nos pertenecen o que aún no nos pertenecen: el pasado, porque está en su misericordia, y el futuro, porque están en su providencia. Qué cosa, verdad, que precisamente son el pasado y el futuro lo que nos preocupa, y a veces nos obsesiona. Y, sin embargo, dejamos que se nos escape ese único instante que Dios regala a nuestra libertad.
- También Jesús, cuando sopló sobre sus apóstoles, les infundió el Espíritu Santo, y con él, el don de la Paz. No la paz del mundo, que o bien es mentira, o es egoísmo, ese irenismo que consiste en huir de los problemas, del mal, de las injusticias, para quedar nosotros en paz y dejar que se maten los demás, sino la Paz de Cristo, que siembra en nosotros.
- Paz interior: sin la cual, vano es cualquier intento de trasmitir paz y de prodigar la paz entre los hombres. El cristiano sólo es artífice de paz si tiene en si mismo paz: paz con Dios, paz consigo mismo, paz con todos.
- Y paz exterior. Esa que requiere tanto sacrificio, tanto amor: porque supone la paciencia, antesala de la paz; el perdón, antídoto para preservar la paz, y el amor a los enemigos, que el último y definitivo bálsamo para recuperar la paz.
Querido hermano:
El momento que nos relata hoy el Evangelio, nos dice que el corazón de los Apóstoles estaba lleno de tristeza. ¡Cuántas veces nos parecemos a los Apóstoles!, desde la Cruz hasta Pentecostés.
Les faltaba ardor, ilusión, se encerraban en las casas con las puertas cerradas, pues seguir a Cristo estaba resultando caro y no querían sufrir su mismo final. Cristo no nos abandona, aun cuando surjan las dificultades y la persecución, pero no nos dejará a nuestra suerte; no.
Por eso, quiere que pasemos de la tristeza y el miedo, a la alegría y el ardor. Necesitamos disponer nuestra vida para que el Espíritu Santo nos prenda, nos enamore cada día más con la Palabra de vida.
Y nos lleve a nuestras familias, a nuestros lugares de trabajo y ocio, a nuestras amistades, para proclamarles que Cristo Jesús está presente en nuestro mundo de hoy, que es real.
Reza con la Virgen Maria cada día el Santo Rosario. Pide que interceda a Jesucristo por todos nosotros los pecadores. Y por la Paz en el Mundo. Tu hermano en la fe: José Manuel.
Está reflexión me ha inquietado, una vez más: Ocurre que dejamos escapar el momento presente, ese único instante que Dios nos concede… y mientras nos obsesionamos con el pasado y el futuro…que no nos pertenecen…allí donde no podemos actuar.
Siempre nos sucede que el aquí y ahora lo rehuimos , para anclarnos en el pasado que ya se fue y el futuro que no sabemos si llegará . Y mientras , la confianza y la ternura de Dios se nos escapa, y no vemos que aquí tenemos el regazo de la Madre.Y somos templo del Espíritu Santo, y Él hace en nosotros y con nosotros…y no nos enteramos de la importancia del hoy y el ya, sin dilación, sin excusa.
Mientras algunos tienen que recoger lo que cabe en una pequeña maleta, y abandonar su casa para salvar su vida…nosotros, lo digo por mí… nos dejamos aplastar por el peso de nuestras pertenencias y las expectativas futuras de riqueza…y el aquí y ahora lo saltamos como si no existiera ni para mí ni para nadie…porque cuando no vivimos nuestra vida en plenitud tampoco sostenemos la vida y la esperanza de otros, nos quedamos secos y les dejamos baldíos…
¿Dónde están las rosas del rosario de hoy que esperas de mi María?
Edificante reflexión del comentarista 7 «epilogado» por Inmaculada. Gracias a ambos.
Dios nos ama