JUEVES 26 DE MAYO DE 2022: VUESTRA TRISTEZA SE CONVERTIRÁ EN ALEGRÍA

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Dentro de poco ya no me veréis, pero dentro de otro poco me volveréis a ver».
Comentaron entonces algunos discípulos:
«¿Qué significa eso de “dentro de poco ya no me veréis, pero dentro de otro poco me volveréis a ver”, y eso de “me voy al Padre”?».
Y se preguntaban:
«¿Qué significa ese “poco”? No entendemos lo que dice».
Comprendió Jesús que querían preguntarle y les dijo:
«¿Estáis discutiendo de eso que os he dicho: “Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver”? En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría» (Juan 16, 16-20).

VUESTRA TRISTEZA SE CONVERTIRÁ EN ALEGRÍA

Si Jesús Resucitado nos proporciona la verdadera alegría, esa que no depende de que las cosas vayan bien, o de una sorpresa que nos llena de gozo pero que a la postre es pasajera, sino de la serena alegría de sabernos amados infinitamente por Dios, ¿por qué entonces tantas veces estamos tristes?

Recuerdo que cuando estuvo en Madrid, hace un año, el obispo de Mosul, de Irak, tras el derrumbamiento de las iglesias y el martirio de familias enteras de su diócesis, nos decía:

Estoy yo más preocupado por vosotros, los cristianos europeos, que por mí y por mi pueblo. Nosotros llevamos siglos sabiendo que no es este mundo el que nos hace libres, sino sólo Cristo, pues sufrimos persecución. Llevamos siglos abrazando la pobreza de ser los últimos de nuestro pueblo, pero también la riqueza de saber que somos los primeros para Dios. Vosotros, en cambio, creéis que lo tenéis todo, y lo que tenéis sin Cristo no vale nada; creéis que sois libres, y en realidad, sois esclavos de vuestro mundo aparente de felicidad efímera y de seguridad incierta.

La verdadera alegría no está en nuestras seguridades, ni en nuestros éxitos, ni en nuestros logros humanos. La verdadera alegría nos la perdemos porque una y otra vez estamos tentados a apegarnos a esas cosas, a poner en ellas nuestra felicidad, y estas cosas no son capaces de llenar el anhelo de plenitud de nuestro corazón, creado a imagen y semejanza del corazón de Dios.

La verdadera alegría puede estar en los momentos más difíciles, en las oscuridades más tenebrosas, en los dolores más grandes. No es fácil encontrarla, no sé improvisa. Pero con los años la encontraremos cuando la fe, la esperanza y la caridad son nuestros únicos bienes verdaderamente preciados, cuando se conviertan en canales de alegría plena.