JESÚS CORRIGE (LUNES 24 DE OCTUBRE DE 2022)

 LUNES DE LA XXX SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C

Lectura del santo evangelio según san Lucas (13,10-17):

Un sábado, enseñaba Jesús en una sinagoga. Había una mujer que desde hacia dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y andaba encorvada, sin poderse enderezar.
Al verla, Jesús la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad.»
Le impuso las manos, y en seguida se puso derecha. Y glorificaba a Dios. Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la gente: «Seis días tenéis para trabajar; venid esos días a que os curen, y no los sábados.»
Pero el Señor, dirigiéndose a él, dijo: «Hipócritas: cualquiera de vosotros, ¿no desata del pesebre al buey o al burro y lo lleva a abrevar, aunque sea sábado? Y a ésta, que es hija de Abrahán, y que Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no había que soltarla en sábado?»
A estas palabras, sus enemigos quedaron abochornados, y toda la gente se alegraba de los milagros que hacía.

JESÚS CORRIGE

Jesús corrige. Jesús nos corrige. Jesús te corrige. Jesús me corrige.

Todos los días lo hace, si estamos atentos. Pero no corrige como lo hace el moralista, el prepotente, el que se cree superior y mejor a ti. Así corregían los fariseos. Así intentan corregir a Jesús. Pero su corrección no sólo es odiosa (sin caridad, la verdad es fanatismo), sino que además es hipócrita. El modo de corregir de Jesús es distinto: intenta que ellos mismos se den cuenta de su error, intenta razonar, intenta explicar… Pero es inútil, porque el corazón de los fariseos esta embotado de soberbia e hipocresía. No escuchan.

¿Quiénes, en cambio, escucha a Jesús, y desean que los corrija? Aquellos que fueron seducidos por su mirada, llena de ternura y de misericordia. Sólo el amor corrige, sólo desde el amor se puede corregir.

Es lo que habían experimentado sus discípulos. Ellos empezaron, a diferencia de los fariseos, con buen pie su relación con Jesús. No le pidieron explicaciones cuando quedaron sorprendidos por él, sino que le preguntaron: ¿Señor, donde vives? Y Jesús no les dio entonces explicaciones, sino que les dijo: “Venid y veréis”. Y ellos fueron y vieron, y porque fueron y vieron entendieron a Jesús. Y porque le miraron a los ojos un día y otro día, y compartieron con él la vida, y dejaron todo para seguirle adonde fuese, con tal de estar con él, entonces sin darse cuenta hicieron de su vida con él una escuela, la escuela de Jesús, que encerraba toda la sabiduría de Dios.

Pero los fariseos, en cambio, estaban en otra onda completamente distinta. De hecho, lo del sábado era una excusa. Ellos querían terminar con ese nuevo profeta que cuestionaba su autoridad y sus seguridades, y que apelaba al corazón: “Donde esta tu tesoro, ahí está tu corazón” (Mt. 6, 19-23). E hinchados de autosuficiencia intelectual, moral y religiosa, se quedaron sin Jesús, sin el Hijo de Dios hecho hombre, y sin él se quedaron sin el saber, y dejaron de ser, se perdieron a sí mismos, encerrados en sí mismos, en el sábado de sus seguridades y cerrazones.

¡Dios mío, Jesús mío: corrígeme siempre! Y no dejes que caiga en la tentación de cuestionar tus correcciones, sino que, siguiéndote a ti siempre, haga por comprenderte y me deje siempre sorprender por ti.