El cuarto domingo de Pascua es el domingo del Buen Pastor. Aunque este año el pasaje que toca en el evangelio -cada ciclo es un pasaje diferente de Jn 10, el «discurso del Buen Pastor»- no habla tanto del pastor, sino de que Cristo es la puerta. Sí, Cristo es el Buen Pastor que da la vida por las ovejas pero es también la puerta, y puede parecer que se identifica con algo pobre, insulso… pero tan importante como el pastor es la puerta. Cerca de casa de mis padres hay uno de los pocos pastores que quedan en el pueblo, y le he visto mil veces subir la cuesta por la mañana y bajarla por la tarde con las ovejas, y el momento de recoger el rebaño es muy importante. Contarlas, que estén todas, y se queden bien resguardadas de los lobos.

Hay mucha gente que busca a Dios, incluso se habla de un renacimiento de la espiritualidad, porque esta sociedad posmoderna que promete la felicidad en el consumo no es capaz de saciar el corazón. Pero, influidos por esta mentalidad de la sociedad de consumo, muchos se hacen una espiritualidad a la carta. Que Cristo sea la puerta significa que sólo Él nos da verdadero acceso a Dios, al Dios de verdad, porque «nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar». Lo primero y principal cuando uno quiere conocer a Dios, es ir conociendo más a Cristo, en su Palabra, en los sacramentos, en la oración… y Él irá revelando más cosas. Cuando uno entra por la puerta, luego sabe reconocer la voz del Pastor, y distinguirla de la de los «bandidos». Y esa voz te va guiando por el camino de la vida.

Hoy es la Jornada Mundial de oración por las vocaciones, y de las vocaciones nativas, y pedimos por todas las vocaciones, cada una de ellas preciosa y necesaria para la vida de la Iglesia. Pero pedimos con fe e insistencia que haya pastores según el corazón de Dios, que haya pastores identificados con el Buen Pastor, que guíen la rebaño de Cristo y, sobre todo, den la vida por las ovejas.