“Si hay que presumir, presumiré de lo que muestra mi debilidad”. Bonita manera tiene San Pablo de darse importancia. Sin embargo, cada día hemos de convencernos más de nuestra debilidad, se nos hace más patente y cada día comprendemos más a San Pablo. A veces esas fragilidades pueden llevarnos al desánimo, al desencanto o a eso que llaman ahora el “sentirse frustrado.” 

“Les gano en fatigas, les gano en cárceles, no digamos en palizas y en peligros de muerte, muchísimos; los judíos me han azotado cinco veces, con los cuarenta golpes menos uno; tres veces he sido apaleado, una vez me han apedreado, he tenido tres naufragios y pasé una noche y un día en el agua.”La debilidad de San Pablo es bastante fuerte … va de paliza en paliza. Sin embargo, no cundió en él el desánimo. ¿De dónde sacaba su fortaleza?. Ahora acudiríamos a un psicólogo que nos reforzase nuestra autoestima. En tiempos de San Pablo no existía esa figura. San Pablo entendió a Cristo, se entregó completamente cuando le habló camino de Damasco y vivía como quería. Entendió perfectamente el Evangelio: “Donde está tu tesoro, allí está tu corazón.” Y su tesoro era Cristo, por eso en su ánimo no hay polilla, ni carcoma ni ladrones que abran un boquete por donde se “cuele” la tristeza.

“La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Y si la única luz que tienes está oscura, ¡cuánta será la oscuridad.” La falta de coherencia, el tener el corazón dividido, lleva a la oscuridad de la tristeza, del abatimiento. Siempre podemos recuperar nuestro verdadero tesoro, volver nuestro corazón al de Cristo y decir, como los niños pequeños que nunca debemos dejar de ser, “tuyo es, mío no.” 

Cuando en los ratos de oración ante el Sagrario hago consciente esa realidad, y recuerdo cuál es mí único tesoro, entonces mis debilidades se convierten en caricias de la Misericordia de Dios y me doy cuenta de la fortaleza con que Dios actúa, a pesar de contar con una herramienta tan “tonta” como yo. Entonces se ilumina la oscuridad, la tristeza se aleja, lo imposible se vuelve realizable y se mira la vida con un “ojo sano,” de una manera nueva y esperanzada. Seguro que a ti te sucede lo mismo.

Santa María puede parecer, sobre todo en algunas advocaciones, una mujer frágil. Pero ella tuvo su corazón en el Hijo de Dios que crió en sus entrañas, por eso es la mujer fuerte, la roca en la que se asienta el corazón de cada cristiano. Madre mía, danos un poco de esa fortaleza.