Cuando Jesús llamó a sus primeros discípulos, lo hizo mientras paseaba por la orilla del mar de Galilea. Ese día estaban Santiago y Juan en la barca con su padre, Zebedeo. Junto a ellos pescaban también los hermanos Simón y Andrés. Jesús les llamó y les cambio la vida para siempre.  A Simón le dijo literalmente: “desde ahora serás pescador de hombres”.

La imagen es curiosa. Los peces que se pescan con la red, por un lado, se mueren fuera de su medio natural que es el agua; pero por otro lado, adquieren un valor añadido al servir de alimento para el hombre. Se puede decir que mueren para convertirse en alimento que sustenta la vida del hombre. Como Jesús. De hecho, cuando Él resucite, escogerá ese mismo lugar para aparecerse a los suyos y ahí mismo les preparará un almuerzo; “Venid y comed”. Panes y peces asados al fuego, imagen de la Eucaristía. Después, durante los primeros siglos de cristianismo, el pez será el signo que identifique a los cristianos. Las letras que forman la palabra en griego, “ichthys”, forman un acróstico: Jesús Cristo Hijo de Dios Salvador.

Ya hemos entendido el sentido de la imagen de la pesca. Pero… ¿pescar hombres? En la Sagrada Escritura, el mar es signo de la muerte. El pueblo de Israel atravesó el Mar Rojo porque Dios hizo que las aguas hicieran de muralla a la izquierda y a la derecha de los hebreos que atravesaron el vado a pie enjuto. Y esta imagen nos habla del bautismo que es atravesar la muerte y entrar en la vida definitiva. En este sentido, el hombre que se saca de las aguas es un hombre que se libra de la muerte. Al entrar en la barca, que es signo De la Iglesia, entra en su arca de salvación.

Por eso compara Jesús el Reino con una red que se echa en el mar y que recoge toda clase de peces: buenos y malos. Su misión no es restrictiva ni excluyente. Al contrario, la misión de la Iglesia es universal. Solo al final de los tiempos se separarán unos y otros.

Jesús pregunta: “Habéis entendido todo esto?”

Obviamente se refiere no solo al significado de su palabra sino también al carácter de anuncio o incluso de advertencia que debe ser atendida. Al final de los tiempos se realizará el juicio definitivo. Ahí, de nada valdrán nuestras mentiras o apariencias. Seremos juzgados por Aquel que es la verdad y la justicia y plenas.