A los ocho días de la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo, la Iglesia celebra hoy su coronación como Reina y Señora de todo lo creado, según contemplamos en el último misterio del santo rosario. La escena de la coronación aparece representada en el imponente mosaico del ábside de la basílica Santa Maria la Mayor, en Roma: Jesús pone sobre la cabeza de su madre la corona merecida por su disponibilidad y fidelidad a los planes divinos, que la exaltan ahora por encima de toda criatura. ¡El Hijo corona a su Madre!

Cristo porta en su mano izquierda un libro abierto en que puede leerse: Veni, electa mea, et ponam in te thronum meum»; es decir, Ven, mi elegida, y te pondré en mi trono. ¡Precioso! Cuando decimos que Dios es buen pagador, ¡¡qué no habría de hacer con su Madre!! El mosaico es del s. XIII, y ese texto corresponde a una antífona gregoriana de aquella época, que canta: «Ven, mi elegida, y te pondré en mi trono, porque el rey desea tu hermosura». María es la mujer más bella de la humanidad por haber reflejado de modo único la belleza de Dios: tanto, tanto que ¡¡le ha dado cuerpo!!

Es la Reina Madre, aquella que en este día es elevada a la derecha del Hijo, lugar que corresponde a la persona más destacada en el Reino de Cristo, que es también el Reino del Padre. Esta dignidad se plasma de un modo original situando a madre e hijo sentados en el mismo trono, destacando con este inusitado escenario la gratitud del Verbo divino ante la criatura que se ha convertido, por su sí a los planes divinos, en el lugar de su encarnación, su primer hogar en la tierra.

Nos interpela a meditar sobre la entrañable relación entre la madre y el hijo: una unión de afectos que han expresado el amor humano y divino de un modo único. Esa relación materno-filial son la expresión humana del mismo Amor divino. Si Dios es amor, su expresión humana más preciosa la encontramos en el amor de la sagrada familia de Nazaret. San José queda fuera de la escena porque ese mosaico y esa imponente basílica fueron levantados en honor a la Theothokos, el dogma definido por el Concilio de Éfeso en que se declara a María como auténtica Madre del Señor. Gaudí levanta la Sagrada Familia uniendo los tres amores humanos – Jesús, María y José- íntimamente entrelazados con el amor divino -Padre, Hijo y Espíritu Santo. En el futuro, Dios dirá si caerá algún dogma referido a San José…

El resto de los mosaicos del presbiterio de esta imponente basílica mariana son una gran catequesis de la vida de la virgen y su relación con el misterio del Mesías. Todo un deleite contemplativo que nos permite ahondar en nuestro amor a María y celebrar esta fiesta de hoy por todo lo alto.

Termino con una referencia a las letanías de la Virgen. Habitualmente las rezamos al terminar el rezo del rosario (si no lo rezas todos los días, ya tienes algo precioso que añadir a tu día a día), pero en realidad son una oración que se puede rezar en cualquier momento. Son un conjunto de piropos a nuestra Madre, fundados en verdades reveladas y también en imágenes bíblicas y de la tradición referentes a María. Son dos las letanías más conocidas: la de Loreto, donde está la casa de la Virgen, más conocidas como letanías lauretanas. Son las que recibieron hace poco unos añadidos del papa Francisco, un enamorado de la Virgen. Aquí las tienes. Pero hay otras, elaboradas para las ceremonias de coronación canónica de las imágenes de la Virgen. Aquí las tienes.

¡Bendita sea la Madre del Salvador y bendito el fruto de su vientre que hoy la corona de gloria!