PRIMERA LECTURA
Dios te ha dado hoy quien responda por ti. Fue el padre de Jesé, padre de David.
Lectura del libro de Rut 2, 1-3. 8-11; 4, 13-17
Tenía Noemí un pariente por parte de su marido; un hombre muy acomodado de la familia de Elimelec; su nombre era Booz.
Rut, la moabita, dijo a Noemí:
«¿Puedo ir a espigar en el campo de quien me lo permita?».
Noemí le respondió:
«Sí, hija mía».
Marchó Rut a recoger espigas detrás de los segadores, y sucedió que vino a parar en una parcela de Booz, el de la familia de Elimélec.
Booz dijo a Rut:
«Escucha, hija mía. No vayas a espigar a otro campo, no te alejes de aquí. Quédate junto a mis criados. Fíjate dónde siegan los hombres y ve detrás de ellos. He mandado que no te molesten. Cuando tengas sed, bebe de los cántaros que ellos han llenado».
Ella se postró ante él y le dijo:
«¿Por qué te interesas con tanta amabilidad por mí, que soy una simple extranjera?».
Booz respondió:
«Me han contado cómo te has portado con tu suegra después de morir tu marido; cómo has dejado a tus padres y tu tierra natal para venir a un pueblo que no conocías»
Booz tomó a Rut por mujer. Se unió a ella, y el Señor hizo que concibiera y diera a luz un hijo. Las mujeres dijeron a Noemí:
«Bendito sea el Señor, que no te ha dejado sin protección. El nombre del difunto seguirá vivo en Israel. El niño será tu consuelo y amparo en la vejez, pues lo ha dado a luz tu nuera, que te quiere y ha demostrado ser para ti mejor que siete hijos».
Noemí tomó al niño, lo puso en su regazo y se encargó de criarlo. Las vecinas exclamaron:
«A Noemí le ha nacido un niño».
Y le pusieron por nombre Obed. Fue el padre de Jesé, el padre de David.
Palabra de Dios.
Sal 127, 1bc-2. 3. 4. 5
R. Esta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. R.
Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa. R.
Esta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida. R.
Aleluya Mt 23, 9b. 10b
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Uno solo es vuestro Padre, el del cielo;
y uno solo es vuestro maestro, el Mesías. R.
EVANGELIO
Ellos dicen, pero no hacen.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 23, 1-12
En aquel tiempo, habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo:
En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen.
Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar.
Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias en las plazas y que la gente los llame “rabbi”.
Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar “rabbi”, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos.
Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo.
No os dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro, el Mesías.
El primero entre vosotros será vuestro servidor.
El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».
Palabra del Señor.
“No hacen lo que dicen”
El Evangelio de hoy es una denuncia de la religiosidad externa de fingimiento, simulación, cumplimiento, a un anestesiar la conciencia con el cumplimiento fariseo de normas.
A la cátedra de Moisés se han sentado los maestros de la Ley y los fariseos: “Obedecedles y haced lo que os digan, pero no imitéis su ejemplo porque no hacen lo que dicen.” Es el refrán castellano de “Consejos vendo pero para mí no tengo.”
Jesús denuncia la religiosidad de apariencia como vehículo para un estatus social, como un modo de vida. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: “Ensanchan su filacterias y alargan los flecos del manto, les gusta el primer puesto en los convites y los primeros puestos en las sinagogas, que los saluden por la calle y que les llamen maestros. “
Cuando escucho estas palabras de Jesús pienso que han sido actualizadas o rectificadas pues creo que todavía cargamos con mucho beato, y formas que deberían buscar una mayor sencillez.
Querido hermano.
Jesús denuncia que se impongan pesadas cargas para asegurar una religiosidad externa y critica los aires de grandeza y superioridad.
Los sustantivo en la fe es el bautismo. Lo importante en la comunidad cristiana no son los títulos, honores, dignidades, ministerios reconocidos sino la fraternidad. El Reino de Dios no se edifica en jerarquías sino en los lazos internos que crea el bautismo y en el gozo de llevar a Jesús a otros.
Jesús ha venido a convocar una nueva familia en la que solo el Padre y el Hijo tienen un puesto de honor. Todos los demás son hermanos y, como consecuencia, no deben competir por los puestos de honor sino que deben hacerse servidores los unos de los otros.
Juan XXIII decía que el proyecto “Jesucristo” incluye pobreza de dinero y pobreza de poder. Lo traicionan quienes buscan prestigio y grandeza para si mismos, poderosos frente a los poderosos. A buen entendedor…
Rezamos juntos el Santo Rosario cada día.
Nuestro Señor Jesús, Nuestro Maestro Bueno, Nuestro Modelo, Nuestro Hermano Mayor, se entrega cada día en la Eucaristía por cada persona, como se entregó en la Cruz, desnudo y sin distinción alguna.
La dignidad en cada persona, consiste en que sea amada y estimada como persona humana, desde su concepción hasta su muerte natural por cuantas personas coinciden en el tiempo o en el destiempo con élla.
El Amor es un Mandamiento Divino para todas las personas, sin excepción. Porque puede parecer, a quienes no siguen a Jesús, que el Amor al prójimo es algo electivo en favor de quienes nos parecen afines, de los que son de los nuestros. Y no es así. El Amor es la consecuencia de reconocer humanidad, condición de excepcional e irrepetible en el Ser Humano por proceder de Dios.
Para Amar, con mayúsculas, es preciso reconocer Dignidad a cada ser humano. Para lo que debemos privarnos de todo adorno, todo exceso, riquezas, distinciones, … y concederlas a los pobres que no son amados. Como hace Jesús, que carece de cama propia.
Eso es imposible, dirá cualquiera. Pues sí para el humano, pero no para Dios. Por eso debemos ser Templo del Espíritu Santo y proclamar el Amor de Dios, privándonos de lo cualquier exceso para reconocernos Hijo o Hija de Dios.
Oremos a toda hora al Padre, para que nos conceda y mantenga al Espíritu Santo en nuestro corazón, en presencia de Jesús, María y José, los tres peregrinos pobres que diseñan el Reino del Amor de Dios. Y seamos Iglesia, es decir Asamblea de quien lleva al Espíritu Santísimo de Dios hasta su prójimo.
La autoridad nace del buen ejemplo, para ayudar a los otros a practicar lo que es justo y necesario, sosteniéndoles en las pruebas que se encuentran en el camino del bien. La autoridad es una ayuda, pero si está mal ejercida, se convierte en opresiva, no deja crecer a las personas y crea un clima de desconfianza y de hostilidad, y lleva también a la corrupción. Nosotros discípulos de Jesús no debemos buscar título de honor, de autoridad o de supremacía. Nosotros, discípulos de Jesús, no debemos hacer esto, ya que entre nosotros debe haber una actitud sencilla y fraterna. Todos somos hermanos y no debemos de ninguna manera dominar a los otros y mirarlos desde arriba. No. Todos somos hermanos. Si hemos recibido cualidades del Padre celeste, debemos ponerlas al servicio de los hermanos, y no aprovecharnos para nuestra satisfacción e interés personal. (Francisco, Ángelus, 5 noviembre 2017)