PRIMERA LECTURA
Si han sido capaces de escudriñar el universo, ¿cómo no encontraron a su Señor?
Lectura del libro de la Sabiduría 13, 1-9
Son necios por naturaleza todos los hombres que han ignorado a Dios y no han sido capaces de conocer al que es a partir de los bienes visibles, ni de reconocer al artífice fijándose en sus obras, sino que tuvieron por dioses al fuego, al viento, al aire ligero, a la bóveda estrellada, al agua impetuosa y a los luceros del cielo, regidores del mundo.
Si, cautivados por su hermosura, los creyeron dioses, sepan cuánto los aventaja su Señor, pues los creó el mismo autor de la belleza.
Y si los asombró su poder y energía, calculen cuánto más poderoso es quien los hizo, pues por la grandeza y hermosura de las criaturas se descubre por analogía a su creador.
Con todo, estos merecen un reproche menor, pues a lo mejor andan extraviados, buscando a Dios y queriéndolo encontrar.
Dan vueltas a sus obras, las investigan y quedan seducidos por su apariencia, porque es hermoso lo que ven.
Pero ni siquiera estos son excusables, porque, si fueron capaces de saber tanto que pudieron escudriñar el universo, ¿cómo no encontraron antes a su Señor?
Palabra de Dios.
Sal 18, 2-3. 4-5
R. El cielo proclama la gloria de Dios.
El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra. R.
Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje. R.
Aleluya Lc 21, 28
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Levantaos, alzad la cabeza;
se acerca vuestra liberación. R.
EVANGELIO
El día que se revele el Hijo del hombre.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas, 17, 26-37
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre: comían, bebían, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y acabó con todos.
Asimismo, como sucedió en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos.
Así sucederá el día que se revele el Hijo del hombre.
Aquel día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas en casa no baje a recogerlas; igualmente el que esté en el campo, no vuelva atrás.
Acordaos de la mujer de Lot.
El que pretenda guardar su vida, la perderá; y el que la pierda la recobrará.
Os digo que aquella noche estarán dos juntos: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán; estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejarán».
Ellos le preguntaron:
«¿Dónde, Señor?».
Él les dijo:
«Donde está el cadáver, allí se reunirán los buitres».
Palabra del Señor.
Señor aunque estas tus palabras de San lucas din como poco inquietantes pues Tu nos conoces y sabes todo pienso que a través de ellas os quieres volver a recordar que todas las banalidades del mundo que para nosotros no lo son y tantas veces se convierten en en motivo de nuestro dia a dia .. ( casarse trabajar colgar la ropa …) son solamente eso banalidades y que nuestro fin y para lo q estamos aquí es vivir para siempre en tu presencia q poco lo recuerdo y cuantas veces me aferro a los momentos a las perdonas a los regalos q tu me has dado cómo si fuesen a ser para siempre y mi fin ayúdame a comprenderlo Señor !!
Nos recuerda el Papa Francisco que «Debemos estar despiertos, alertas, vigilantes. Jesús nos advierte: existe el peligro de no darse cuenta de su venida y no estar preparados para su visita.» Es el evangelio de hoy. Su lectura invita a ser conscientes que vivímos olvidando que nuestro destino es el que nos marcó Jesucristo. Estamos ensimismados con este mundo material que nos aturde. En la época de Noé, los seres humanos estaban absortos en sus cosas y no se dieron cuenta de que el diluvio se acercaba. También los habitantes de Sodoma, entregados a una vida licenciada olvidaron lo primordial. El poder de Dios que siempre está vigilante. No seamos incautos y cumplamos como nos pidió el Señor. Estemos preparados y recemos por nuestros semejantes.
Sabemos que Dios, el mismo Dios, nos cuida y provee nuestras necesidades a través de la Creación y nuestro prójimo, así pues, pongámonos en sus manos. Dejemos guiar por Dios.
¿Quién se angustia ante una puerta abierta, si sabe que, al llamar, se abrirá?
Todas las dificultades se pueden superar, de una en una, con la ayuda De Dios.
Oremos, guiados por el Espíritu Santo, para que venga el Reino del Amor De Dios.
Debemos estar despiertos, alertas, vigilantes. Jesús nos advierte: existe el peligro de no darse cuenta de su venida y no estar preparados para su visita. He recordado en otras ocasiones lo que decía san Agustín: «Temo al Señor que pasa» (Serm. 88.14.13), es decir, ¡temo que pase y no lo reconozca! De hecho, de aquellas personas de la época de Noé, Jesús dice que comían y bebían «y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los arrastró a todos» (v. 39). Prestemos atención a esto: ¡no se dieron cuenta! Estaban absortos en sus cosas y no se dieron cuenta de que el diluvio se acercaba. De hecho, Jesús dice que cuando Él venga, «estarán dos en el campo: uno será tomado, y el otro dejado» (v. 40). ¿En qué sentido? ¿Cuál es la diferencia? Simplemente que uno estaba vigilante, estaba esperando, capaz de discernir la presencia de Dios en la vida cotidiana; el otro, en cambio, estaba distraído, vivía al día y no se daba cuenta de nada.
Preguntémonos: ¿soy consciente de lo que vivo, estoy alerta, estoy despierto? ¿Estoy tratando de reconocer la presencia de Dios en las situaciones cotidianas, o estoy distraído y un poco abrumado por las cosas? Si no somos conscientes de su venida hoy, tampoco estaremos preparados cuando venga al final de los tiempos. Por lo tanto, hermanos y hermanas, ¡permanezcamos vigilantes! Esperando que el Señor venga, esperando que el Señor se acerque a nosotros, porque está ahí, pero esperando: atentos. Y la Virgen Santa, Mujer de la espera, que supo captar el paso de Dios en la vida humilde y oculta. (Francisco, Ángelus, 27 noviembre 2022) (VATICAN NEWS )