Comienza hoy el discurso del pan de vida, recogido en el capítulo 6 de san Juan. Lo leeremos a lo largo de los ocho días siguientes (salvando el domingo). Después de haber visto durante estos días anteriores la gracia que brota del corazón abierto de Cristo como fuente de agua viva (bautismo) y don del Espíritu Santo (confirmación), la iglesia contempla ahora el sacramento de la plenitud de vida cristiana: la eucaristía.

De este modo, contemplamos la lógica de los sacramentos de la iniciación cristiana como camino de vida eterna por cómo logran nuestra identificación con Cristo: bautismo, confirmación y eucaristía conforman el camino de la vida cristiana. Los dos primeros se reciben una única vez: configuran nuestra vida con Cristo mediante el sello que imprime en nuestra alma el mismo Espíritu Santo, simbolizado en el santo crisma. Estos dos sacramentos imprimen carácter, es decir, se reciben una única vez y su permanencia es eterna. Aclaro que estas cualidades las pone Dios; queda al arbitrio de cada fiel cristiano la debida correspondencia a tales dones.

Respecto a la eucaristía, el evangelista san Juan no relata la institución del sacramento en la última cena, como sí hacen Mateo, Marcos y Lucas. En cambio, introduce la doctrina eucarística en este espectacular discurso donde de modo muchísimo más extenso, puede desarrollar la inconmensurable grandeza del sacramento que alimenta la vida cristiana. Dicho alimento debe recibirse de modo continuo, igual que el alimento físico. Por lo tanto, este sacramento, a diferencia del bautismo y la confirmación, es un sacramento cotidiano.

Por eso, qué mejor modo de expresarlo que comenzando pedagógicamente con el milagro de la multiplicación de los panes. Así podrá explicarnos mejor partiendo de las cosas cotidianas comprensibles para todos (la comida es necesidad universal) para llegar a manifestarnos las realidades espirituales. Si para el cuerpo nos abastece Jesús con lo necesario, no hará menos que con el alimento del alma, pues Él es quien nos da de los bienes eternos.

«Panem nostrum cotidianum da nobis hodie», ¡Danos hoy nuestro pan de cada día! El pan físico y el pan de los ángeles.