PRIMERA LECTURA
La sangre de Jesús nos limpia de todo pecado.
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 1, 5 – 2, 2.
Queridos hermanos:
Este es el mensaje que hemos oído de Jesucristo y que os anunciamos: Dios es luz y en él no hay tiniebla alguna. Si decimos que estamos en comunión con él y vivimos en las tinieblas, mentimos y no obramos la verdad. Pero, si caminamos en la luz, lo mismo que él está en la luz, entonces estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado.
Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Pedro, sí confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y justo, nos perdonará los pecados y nos limpiará de toda justicia. Si decimos que no hemos pecado lo hacemos mentiroso y su palabra no está en nosotros.
Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no solo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.
Palabra de Dios.
Sal 102, 1b-2. 8-9. 13-14. 17-18a.
R. Bendice, alma mía, al Señor.
Bendice, alma mía al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor.
y no olvides sus beneficios. R.
El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia.
No está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo. R.
Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por los que lo temen;
porque él conoce nuestra masa,
se acuerda de que somos barro. R.
La misericordia del Señor
dura desde siempre y por siempre,
para aquellos que lo temen;
su justicia pasa de hijos a nietos:
para los que guardan la alianza. R.
Aleluya Mt 11,25
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Bendito seas, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has relevado los misterios del reino a los pequeños. R.
EVANGELIO
Has escondido estas cosas a los sabios, y las has relevado a los pequeños.
Lectura del santo Evangelio según Mateo 11, 25-30.
En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Si, padre, así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
Palabra del Señor.
Que complicado y difícil tomar en consideración y aceptar las palabras del Señor dándonos la llave de la felicidad… tomad mi yugo, mansedumbre y humildad … este mensaje es difícil de seguir … Señor hazme pequeño, hazme niño, que me deje llevar, hágase tu voluntad y no la mía, mata mi soberbia, anaquila mi egoísmo, se tú el centro de mi vida.
Bienaventurados s los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de Dios.
Quien se reconoce siervo inútil y recurre a su ángel Custodio, quien ama con humildad, porque sabe que el amor puro sólo procede de Dios, quien persigue la Justicia como virtud divina, quien respeta la dignidad de cada ser humano, desde la concepción hasta siempre, quien da de comer, de beber, quien acoge, quien viste, quien enseña, quien pide a Dios por su prójimo,…construirá o mejor, dejará que Dios instaure su Reino de Amor, de Paz, de Justicia, de Vida Plena.
Siempre en oración con Jesús, María y José, para dar Vida a la Iglesia, para pedir el Reino de Dios.
«Padre mío,
me abandono a Ti.
Haz de mí lo que quieras.
Lo que hagas de mí te lo agradezco,
estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo.
Con tal que Tu voluntad se haga en mí
y en todas tus criaturas,
no deseo nada más, Dios mío.
Pongo mi vida en Tus manos.
Te la doy, Dios mío,
con todo el amor de mi corazón,
porque te amo,
y porque para mí amarte es darme,
entregarme en Tus manos sin medida,
con infinita confianza,
porque Tu eres mi Padre.
Amén». Charles de Foucault
Un ejemplo de humildad,! En las manos del Señor nada puede turbarnos! Feliz día
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».