Hechos de los apóstoles 11, 21b-26; 13, 1-3; Sal 97, 1. 2-3ab. 3c-4. 5-6 ; san Mateo 5, 27-32

Hace ya unas semanas me pidieron fecha para bautizar a trillizos. Cuando pienso en un bautizo de trillizos o similar siempre pienso en la cara del padre y de la madre cuando les dicen que no tienen un hijo sino tres y me hace gracia. Apunté la fecha y poco a poco el padre me fue contando todas las penalidades que sufría, la desgracia que le había venido encima en un momento en que no tenían trabajo, las ayudas oficiales no llegaban, su familia no podía echarles una mano y que aprovechaba para apuntar el bautismo un momento en que había salido a ver si encontraba un poco de leche para que los niños cenasen. Una de las voluntarias que nos ayuda en el despacho parroquial sufría con él, no paraba de comentar: “Hay que hacer algo,” y estaba dispuesta a mandarle a su farmacéutico para que le fiase toda la leche maternal y las medicinas necesarias. A mí me vino a la cabeza aquel otro “hijo de Dios” -del que ya conté algo en estos comentarios-, que me encargó el funeral de su hija y todo era mentira. Apunté la fecha del bautizo dándole todas las facilidades posibles, pero la ayuda se aplazaba un par de días para buscarle una cita con la asistente social. No vino a la cita para quedar con las voluntarias de Cáritas, tampoco vino el sábado pasado, fecha que habíamos fijado para el bautismo. Imagino que las tres inexistentes criaturas estarán apuntadas en unas cuantas agendas parroquiales. Me hizo desconfiar que un padre que quiere a sus hijos no espera el momento de verlos llorar de hambre para buscar ayuda y aprovechando que “pasaba por aquí” le cuento mis penas al cura. Eso se hace antes, por los hijos se da la cara siempre.
Hoy es San Bernabé, apóstol. Da gusto leer lo que los Hechos de los apóstoles nos dicen de él pues siempre estaba haciendo lo que tenía que hacer. Le envía de un lugar a otro, busca a Pablo y lo anima a seguir en su tarea de apostolado, inflama el corazón de los que se iban uniendo a los cristianos y “ a seguir unidos al Señor con todo empeño.”
Muchas veces me dicen quienes llevan tiempo sin confesarse que no encuentran ocasión o que se les pasa el momento. Esa excusa me hace desconfiar tanto como el bautizo de los trillizos, me pone en duda el verdadero arrepentimiento y dolor de los pecados, aunque como confesor no puedo dejar traslucir mis dudas y me trago como un merluzo, con una sonrisa de oreja a oreja, todas las disculpas del mundo. “Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis”, pues bien, el perdón de Dios es lo más gratuito que podemos encontrarnos. Bernabé “se alegró mucho” de la acción de Dios en Antioquia y eso le bastó para dar su vida con alegría, para moverse, actuar, hablar, predicar por amor a Jesucristo. ¿No te mueve el amor de Dios a reconciliarte con él?. ¿Estás esperando que aparezca un sacerdote en tu despacho, como por arte de magia, y te ofrezca confesión? Sé que muchas veces los sacerdotes parece que “nos escondemos” y cerramos las parroquias, pero nunca esperes a pedir perdón hasta el momento en que digas: “pasaba por aquí.” Busca y encontrarás parroquias donde se confiesa, si tienes que perder unos minutos en desplazarte piensa en lo que ganas.
Bernabé lo vendió todo por su fe y lo ganó todo. Pídele a la Virgen que nunca esperes un “mejor momento” para hacer lo que tienes que hacer.