Continuamos con las palabras que Dios nos regala a través del profeta Isaías. Si los días pasados nos invitaba a consolar a su pueblo y a la conversión, es decir, a ponernos en camino, hoy se nos promete la ayuda necesaria para llevar a cabo nuestros ministerios como cristianos: «Yo, el Señor, tu Dios, te tomo por la diestra y te digo: «No temas, yo mismo te auxilio». No temas, gusanillo de Jacob, oruga de Israel, yo mismo te auxilio».
¿Cómo vives esta certeza de que Dios siempre camina junto a nosotros? Para la oración de hoy te propongo una vieja parábola que, quizás, hayas leído alguna vez en internet, pero que refleja perfectamente lo que significa el hecho de que el Señor siempre esté ahí para nosotros, aún cuando no seamos capaces de verlo:
Soñé que estaba caminando por la playa con el Señor, y a través del cielo, pasaban escenas de mí vida. Por cada escena que pasaba percibí que quedaban dos pares de pisadas en la arena, uno era mío y el otro del Señor. Cuando la última escena pasó delante de nosotros, miré hacia atrás y noté que algunas veces, en el camino de mi vida, quedaba solo un par de pisadas en la arena.
Noté también que eso sucedía en los momentos más difíciles y angustiosos de mi vida. Eso realmente me perturbó y pregunté entonces al Señor: Señor, tú me dijiste cuando decidí seguirte que estarías siempre conmigo durante todo el camino, pero durante los peores momentos de mi vida había solo un par de pisadas… No comprendo por qué tú me dejaste en las horas en que yo más te necesitaba.
Y el Señor me respondió: «Mi querido hijo, Yo te amo y jamás te abandonaría en los momentos de sufrimiento. Cuando viste en la arena solo un par de pisadas, fue justamente allí donde Yo te cargué en mis brazos».