Nota del autor para esta semana: Esta semana estoy de Ejercicios Espirituales y la semana pasada fue de locos, así que, como comentarista más viejo del lugar, me permito esta semana hacer no un comentario, sino un pensamiento muy breve y así no me despisto de lo importante. Esta semana cada uno sois comentaristas. Rezar por los que estamos retirados esta semana, pediré por vosotros.

Tal vez uno de los Evangelios que más nos afectan y más nos inquietan. En ocasiones no tengo la culpa de tener enemigos, de caer mal a algunos, de que otros me odien por mi fe o por ser como soy. ¿Cómo amarlos? Dios no nos pide a todos que seamos amigos, pero sí que no responda al mal con mal, ni al odio con odio. Uno da lo que tiene, lo preocupante de este Evangelio es ¿qué tengo en el corazón? Si ante ataques, contradicciones, recelos, abusos…, no sale de mi corazón misericordia es lo que me tiene que preocupar. No hay que confundirlo con no buscar la justicia. Somos ciudadanos del cielo. Ponte al lado de maría y lee la oración atribuida a  San Francisco, pídele esa gracia al Señor:

Señor, haz de mi un instrumento de tu paz.
Que allá donde hay odio, yo ponga el amor.
Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión.
Que allá donde hay error, yo ponga la verdad.
Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe.
Que allá donde desesperación, yo ponga la esperanza.
Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz.
Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría.

Oh Señor, que yo no busque tanto ser consolado, cuanto consolar,
ser comprendido, cuanto comprender,
ser amado, cuanto amar.

Porque es dándose como se recibe,
es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo,
es perdonando, como se es perdonado,
es muriendo como se resucita a la vida eterna.