Continuamos meditando el libro del Eclesiástico. Si ayer se nos animaba a confiar en la sabiduría de Dios, hoy se nos advierte de que la vida cristiana siempre estará sujeta a la prueba, a la contrariedad.

Esto, es verdad, a veces nos inquieta e, incluso, puede hacernos perder la paz. Pero nada más lejos de la realidad, porque si Dios nos lo advierte es porque ya conoce de antemano que nos va a suceder. Recuerda lo que decíamos ayer: eso es, precisamente, nuestro descanso. Y, ¿por qué? Por lo que nos dice hoy el Eclesiástico: pegados al Señor podemos esperar: ser enaltecidos, ser recompensados sin demora, gozo eterno y misericordia, un corazón lleno de luz.

¿Quién confió en el Señor y quedó defraudado?, ¿quién perseveró en su temor y fue abandonado?, ¿quién lo invocó y fue desatendido? Estas preguntas se nos hacen hoy, pero la que nos puede interesar es otra derivada de estas: ¿has experimentado que esto que dice la Escritura es real o no?, ¿lo has pedido?

Hoy puede ser un gran día para decidirte por Él, un gran día para dejar tus problemas en sus manos, aceptando la prueba como un instrumento en manos de Dios para nuestra santidad. De hecho, el primer paso para arreglar cualquier problema es aceptar y reconocer dos cosas: el mismo hecho que nos aflige y que sólo el Señor, como dice el Apocalipsis, puede hacer nuevas todas las cosas. No te pegues con la realidad y confía. Por eso: pégate a él y no te separes, que al final serás enaltecido. ¡Haz muchos actos de fe!