“Habían remado unos cinco o seis kilómetros, cuando vieron a Jesús que se acercaba a la barca, caminando sobre el lago” … Jesús siempre se acerca. Puede parecer quimérico que se aproxime a nosotros caminando sobre las aguas … Pero Jesús se acerca.

Pero, entonces ¿dónde está Dios?; ¿dónde lo podemos encontrar? Él siempre está más cerca de lo que podemos imaginar. Está en la gente que queremos, en un buen amigo o amiga, en esa situación inesperada, en aquel enfermo …

Nosotros buscamos a Dios y Dios, sin embargo, hace tiempo que nos encontró. San Agustín, por ejemplo, buscó la verdad detrás de la filosofía o de una mujer, en unos libros o en la política … y, pasado el tiempo, descubrió que su madre (Mónica), lo había engendrado, con sus lágrimas, para Cristo” … Estaba tan cerca y buscaba tan lejos.

Dejemos de buscar hechos extraordinarios, o que Dios resuelva nuestros problemas con “milagros”. Preguntémonos: ¿Dios no se ha sobrepasado ya en el amor con nosotros? … Con una madre, con una sonrisa, con la vida del día a día, con ese sacerdote del que hemos olvidado el nombre, con esa familia que nos da tantas alegrías … y también algún pequeño disgusto… ¿No reconocemos allí a Dios? Sin embargo, oiremos la voz de Jesús: «Soy yo, no temáis» … Y le seguiremos.

La Virgen siempre vio en su hijo al Hijo de Dios … ¡Tan cerca!, y a veces queremos “alejarnos para acercarnos”.