El viernes y sábado pasado hubo confirmaciones y primeras comuniones en un colegio al que atiendo por estar en el término de la parroquia. Lo normal es tardar siete minutos en coche (seis para la vuelta), pero siendo previsor salí 35 minutos antes por si había que preparar algo. Más previsores que yo fueron los que se iban de puente y el viernes tardé 35 minutos en llegar y el sábado sólo 45. Llegué tarde a las primeras comuniones…, ¡menos mal que no empezaron sin mí!

El motivo es que muchos piensan que metiéndose por la vía de servicio (por la que yo tenía que ir necesariamente), se quitaban un poco de atasco, y generaban un atasco mayor que el de la autovía principal, así que, como el perro del hortelano, ni come el perro ni come el amo.

«¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente».

Jesús les respondió:

«Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco.

Algunos judíos tenían al Mesías delante y no lo reconocieron ¡qué lástima! Querían el camino rápido y se quedaron atascados en su error.

Dentro de unos pocos años se cumplirán dos mil años de la resurrección de Jesucristo y mucha gente sigue sin creer, e incluso reniega de la fe…, eso sí que es lastimoso.

Dos mil años de santos, de testigos de Cristo resucitado, de conversiones, de cambios personales y sociales, de estudios y de místicos, pero se sigue sin reconocer a Jesucristo como el buen pastor. Es cierto que también han sido dos mil años donde ha quedado patente el pecado, con grandes escándalos y abusos de todo tipo, pero la Iglesia no se ha conformado (en el sentido de tomar la forma) con el pecado, sino que siempre ha anunciado la conversión, la misericordia y a Cristo, y Este resucitado. Y cuando parecía que la Iglesia empezaba a amoldarse al espíritu del mundo surgía un Francisco de Asís, una Teresa de Jesús, un Juan de la Cruz, un Vicente, un Juan Bosco, una Catalina, unos pobres pastorcillos, que desde la pequeñez reconducía a la Iglesia tras los pasos del Buen Pastor.

Lo que mi Padre me ha dado, es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno.

Nos puede parecer que el demonio está ganando la partida, que el mundo se aleja de Dios y se busca otros pastores que ya no son Cristo, que por mucho que la Iglesia se quiera visibilizar se da más importancia en las noticias a un acto de tres activistas de Femem que a miles de cristianos pidiendo por la vida. Parece que esto está de capa caída. Pero Padre sólo hay uno, Jesucristo sólo hay uno y lo más pequeño de Dios es más grande que lo más grande de los hombres. Cuando Dios quiera y con quien Dios quiera, hasta con quien los hombres consideren lo más despreciable, volverá a abrir los ojos a los ciegos, los oídos a los sordos y Cristo triunfará, pues Él ya ha vencido al mundo.

Que no nos quiten el sueño las noticias, descansemos en Dios para estar despiertos mañana y seguir en su mano, haciendo las obras del que nos ha enviado.

María, Madre de la Iglesia, guárdanos, bendícenos y protégenos…, algún día saldremos de este atasco.