El domingo de Resurrección unos hermosísimos (y carísimos) centros de flores adornaban el altar de la Iglesia. A la semana había que ir retirando algunas flores que empezaban a marronear. A las dos semanas, este año han durado bastante, tirábamos los centros a la basura por que las flores ya estaban completamente secas. Apenas dos semanas duró su belleza. ¿Por qué? por que en algún vivero habían sido separadas del tallo que les daba vida.
Separados de Dios podemos llegar a ser esplendorosos, pero nuestro esplendor se marchitará. ¿Cuántas cosas en la vida hemos visto decaer con el tiempo? Yo, hace unos años corría diez kilómetros, me fumaba un cigarrillo y luego jugaba un partido de fútbol. Ahora me canso subiendo escaleras y en unos años me consideraré afortunado si logro cruzar la calle sin ayuda.
Sólo unidos a Dios tenemos la vida que no acaba. Pero Dios no es etéreo. Dios se ha hecho carne. Nuestra unión con Dios es unión con Jesucristo. Unidos a Cristo tenemos vida, separados de Cristo morimos.
Querido hermano.
Nuestra situación de cristianos no nos asegura nada, ni en lo humano ni en lo espiritual. En lo humano estamos viendo que también enfermamos del coronavirus y que algunos, incluso sacerdotes, mueren. Ser cristiano no es estar inmunizado o tener un salvoconducto especial.
Pero en lo espiritual está claro que nuestra condición de cristianos no es un estatus o algo externo. Nuestra vida cristiana la tenemos que cuidar cada día; de ahí que tengamos que volver cada día a renovar, purificar, acudir a la fuente, recuperar la tensión, la originalidad y pureza del amor primero.
«Sentirnos sarmientos» es depender de la Vid, es decir, de la Gracia; saber que Dios tiene la iniciativa y está a nuestro lado; «sin Él, nada podemos». Si quieres dar más fruto, no te acomodes y sé dócil al Señor, para que te pode, te purifique.
Terminamos con una gran noticia: «Si permanecéis en mí, y mis Palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseáis y se realizará»; no por magia, por lógica. Si estamos unidos a Jesús, recibimos su vida y participamos de lo que Él es.
Si su Palabra permanece en nosotros, seremos sus testigos con la vida y haremos lo que Él hizo: sanar, dar buenas noticias y liberar. No lo dudéis.
Reza el Santo Rosario cada día. Tu hermano en la fe: José Manuel.