“María se levantó, y marchó deprisa a la montaña, a una ciudad de Judá; y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel”. María podía haberse quedado en Nazaret contemplando el misterio que se ha realizado en ella o dando vueltas al problema de explicar a San José lo inexplicable. Sin embargo, “con prontitud” se pone en camino para ayudar a su prima. No piensa en ella misma, sino en los planes de Dios y el lugar que Él tiene reservado para ella, por eso está disponible a dejarlo todo, a salir en ayuda de su prima Santa Isabel. Esta actitud de servicio requiere un cambio de mentalidad, que nos cuesta, porque experimentamos una inclinación a centrarnos en nosotros mismo. La primera respuesta al don es la disposición al servicio. Ser para los demás. Y, en la medida en que pongamos en práctica este modo de vida, nos llenaremos de alegría. “En verdad, en verdad os digo: no es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que le envía. Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís” (Jn 13, 16-17). “Dichosos vosotros si lo ponéis por obra”. ¿Qué tendrá el servicio, que entenderlo y vivirlo supone la felicidad? De hecho, es el camino de la felicidad porque es el camino del amor como donación, un amor a cuya imagen hemos sido creados y para amar así, y haciéndolo encontrar nuestra realización, nuestra felicidad. Vale la pena hacernos cada día más generosos en el servicio.

Se trata de una actitud general: pensar en los demás, en los otros, siempre. Salir de uno mismo para darse porque sí; de lo contrario es servilismo, si sólo me doy cuando me hacen a mí, cuando me ven, cuando me mandan, cuando espero una ventaja… ¡Y el servilismo incapacita para ser persona! Saber adelantarse a las necesidades. Estamos todos muy ocupados, pero hay que saber poner orden y establecer bien las prioridades. No pensemos, sin embargo, que sea fácil hacer de la vida un servicio. Es necesario traducir en realidades ese buen deseo, porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en la virtud, y la práctica de una ayuda constante a los demás no es posible sin sacrificio.

Benedicto XVI, nos decía en la homilía de la Misa en Santiago en febrero de 2010: “Para los discípulos que quieren seguir e imitar a Cristo, el servir a los hermanos ya no es una mera opción, sino parte esencial de su ser. Un servicio que no se mide por los criterios mundanos: de lo inmediato, lo material y vistoso, sino porque hace presente el amor de Dios a todos los hombres y en todas sus dimensiones, y da testimonio de Él, incluso con los gestos más sencillos. Al proponer este nuevo modo de relacionarse en la comunidad, basado en la lógica del amor y del servicio, Jesús se dirige también a los «jefes de los pueblos», porque donde no hay entrega por los demás surgen formas de prepotencia y explotación que no dejan espacio para una auténtica promoción humana integral. Y quisiera que este mensaje llegara sobre todo a los jóvenes: precisamente a vosotros, este contenido esencial del Evangelio os indica la vía para que,    renunciando a un modo de pensar egoísta, de cortos alcances, como tantas veces os proponen, y asumiendo el de Jesús, podáis realizaros plenamente y ser semilla de esperanza”.

Pidamos a María, de cuya humildad y pequeñez se prendó Dios, adquirir su actitud de servicio.