Juan no se dejó comprar por nada porque sabía que con la verdad no se negocia.

Es un buen ejemplo para nuestro mundo tan necesitado dé referentes morales y modelos de ejemplaridad de vida.

Hoy asistimos a un lamentable espectáculo de relativísmo moral. Y no me refiero a un fenómeno exclusivamente ajeno a la Iglesia. También dentro de la Iglesia se procede con esta escandalosa falta de criterio.

Se nos dice que en una sociedad tan plural y multicultural como la nuestra. En un mundo donde lo religioso se circunscribe a la esfera de lo privado y se presume de laicismo institucional, se considera una falta injustificable de tolerancia defender criterios objetivos en el orden moral.

Pero no nos debemos dejar engañar. Con el error no se puede ser tolerante. Con las personas tampoco pero en él sentido contrario a lo que uno puede estar pensando al leer estas palabras. Tolerar a las personas es demasiado poco. A los demás hay que amarlos sincera y entrañablemente.

Juan decía la verdad por amor a los otros no por defender su postura por encima de cualquier cosa. Y así nos debería interesar hacer las cosas a los cristianos. Precisamente por amor a nuestros coetáneos no podemos dejar de ofrecerles la verdad que hemos conocido. Ofrecer siempre pero imponer nunca. Y si no somos bienvenidos, si no se nos recibe con gratitud… no extrañarnos ni mucho menos hacernos las víctimas. Ya sabíamos que esto nos podía pasar.

Será el Espíritu Santo el que nos dé la sabiduría y la fortaleza que necesitamos para confesar nuestra fe íntegra en toda ocasión y frente a quién esté delante dé nosotros, sean tribunales o sean jueces o reyes.

El único Rey verdadero, el Rey de reyes y Señor de señores es el que se reconoció rey ante Pilato con estas palabras: “Tú dices que soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad oye mi voz” (Jn 18,37).

Si Cristo no dejó de dar testimonio en favor nuestro…¿dejaremos de hacerlo nosotros en favor suyo?

Si Él no sé avergonzó de ser nuestro rey… ¿nos avergonzaremos nosotros de ser ciudadanos de su reino, el reino de la verdad y de la justicia?