El resumen de los Diez Mandamientos en los dos que hoy expone Cristo los aprendimos en catequesis de forma machacona, acudiendo a la memoria como camino más útil para que un niño meta en su cabeza cosas que hasta que no madure no llegarán a su corazón. ¡Ojalá cuidemos este recurso a la memoria en catequesis! Al menos en mi caso, ha sido muy útil, desde luego, y a agradezco la tenaz perseverancia de mis catequistas y profesores en repasar una y otra vez cosas que ahora tengo en la memoria gracias a su empeño. En la vida pasa lo mismo: hay lecturas, sucesos, inquietudes, que tienes desde hace tiempo y están ahí… hasta que, de repente, un día, adquieren un sentido que no habías visto. Este es el modo habitual de trabajar Dios en nuestras almas: madura las experiencias con el añejo paso del tiempo, hasta que el vino madura y queda listo para una cata de paladares exquisitos. Cada cosa a su tiempo.
La experiencia fundamental del amor manifiesta la esencia de la vida: amar y ser amados. Y ese amor tiene como un triple objeto: amor a Dios, a los demás y a uno mismo. Esto revela hoy Cristo: siempre un amor personal, de persona a persona. Sólo cuando Adán encuentra a Eva descansa su corazón en la experiencia del primer amor conyugal. Sólo en la fecundidad de los hijos encuentra su desarrollo. Sólo en la relación con Dios encuentra su origen y su fin. Dios no sólo es amor, sino que nos ha creado a imagen suya para que amemos y seamos amados. Esa relación personal es el corazón del Evangelio: el trato cotidiano personal con el Señor, presente, vivo, con quien entablar un constante diálogo de padre a hijo, de hermano a hermano. No otra cosa es la oración sino una relación personal. Últimamente hablo mucho de esta intimidad, porque no son pocos los cristianos que rezan… sin rezar.
“Amarse a uno mismo es respetarse, conocerse, saber medir tiempos, perdonarse…”
Es alimentarse de la contemplación, de un buen café con un amigo, de escuchar una canción, de dormir las horas necesarias.
Si un individuo es capaz de amar productivamente, también se ama a sí mismo. Si solo ama a los demás, no puede amar en absoluto.
Solo la persona que es capaz de amarse y respetarse con humanidad podrá cuidar de los demás y ser agente de humanización para el mundo.
El amor propio, el egoísmo, la falta de cuidado para sí y para los demás no es verdadero amor pues, el individuo egoísta no se ama demasiado sino muy poco.
En realidad, se odia.
El amor verdadero tiene su fundamento en Dios, en valorar lo pequeño y sencillo, en cuidar a las personas como imagen de Dios y en dar lo mejor de nosotros mismos sin dejarnos vencer por los miedos o por el conformismo de “ir tirando”.
El corazón del seguimiento a Cristo es el amor.
Rezamos el Santo Rosario.
“Amarse a uno mismo es respetarse, conocerse, saber medir tiempos, perdonarse…”
Es alimentarse de la contemplación, de un buen café con un amigo, de escuchar una canción, de dormir las horas necesarias.
Si un individuo es capaz de amar productivamente, también se ama a sí mismo. Si solo ama a los demás, no puede amar en absoluto.
Solo la persona que es capaz de amarse y respetarse con humanidad podrá cuidar de los demás y ser agente de humanización para el mundo.
El amor propio, el egoísmo, la falta de cuidado para sí y para los demás no es verdadero amor pues, el individuo egoísta no se ama demasiado sino muy poco.
En realidad, se odia.
El amor verdadero tiene su fundamento en Dios, en valorar lo pequeño y sencillo, en cuidar a las personas como imagen de Dios y en dar lo mejor de nosotros mismos sin dejarnos vencer por los miedos o por el conformismo de “ir tirando”.
Rezamos el Santo Rosario.
Ruego Señor, Tu Protección por los afectados del incendio en Tenerife
Una de las novedades más importantes de la doctrina de Jesús es esta de poner juntos el amor a Dios y el amor al prójimo. Ambas recomendaciones estaban ya en el AT, pero no tan unidas.
De hecho, al ayudar al prójimo estamos amando a Dios con obras; Dios está en cada uno de los que nos rodean.
Como ejemplo, en el Libro de los Jueces de hoy, Rut ayuda incondicionalmente a Noemí, no siendo judía y siendo ambas viudas. Sin conocer a Dios, le está amando.